El sonido y la furia
Por Gabriel Fernández *
A nadie parece preocupar el asunto. Y
si a nadie le preocupa, es probable que no sea importante. Hasta
ahora se ha resuelto todo debate lanzando insultos y
caracterizaciones impiadosas sobre varios dirigentes sindicales. Si
hemos de valuar adecuadamente el periodismo walshiano, es pertinente
trascender los adjetivos, y situarse –para algunos recolocarse- en
nuestro lugar de mirador: el Sur, el Pueblo.
Hace algunas décadas se registró un
debate interesante hacia el seno del movimiento nacional y popular:
la clase trabajadora ¿debe ser columna vertebral o cabeza? Por estos
tiempos, el interrogante ha sido descartado. Y en aquella época, más
serio aún, se observó el contraste agudo entre juventud militante y
sindicatos: colisión aprovechada por un poder concentrado que
necesitaba quebrar ambas formaciones.
El gran logro de la gestión de Néstor
Kirchner y del primer tramo de la administración de Cristina
Fernández de Kirchner fue la resolución de ambas discusiones: el
movimiento obrero organizado fue ordenado –y aceptó de buen grado
el lugar- como columna vertebral, mientras la dirección del
movimiento nacional y popular se sostuvo en la conducción política.
Y los jóvenes militantes se cohesionaron con el activo gremial
emergente hasta marchar y actuar conjuntamente.
Esas definiciones prácticas, nunca
esbozadas en manual alguno pero palpables en las calles de la nación,
facilitaron la aplicación de políticas económicas activas,
inclusivas y promotoras del mercado interno. La dirección política
entendió, primero, que la habilitación de la institución paritaria
resultaba clave y, poco después, que el establecimiento de la
asignación universal por hijo más el impulso a pymes y
cooperativas, era el complemento justo.
Así creció el país durante la Década
Ganada. El empresariado fue arrastrado por la inteligencia común de
gobierno y trabajadores; lo “obligaron” a enriquecerse a través
de esa dinámica tan propia y tan rápida que tiene la Argentina para
recuperarse aún de los marasmos liberales más profundos. Con el
andar del progreso, una parte de ese empresariado empezó a corcovear
y a dañar el rumbo con aumentos de precios, corridas blue y
propaganda terrorista a través de los grandes medios de
comunicación.
El modo de contener ese impulso
antinacional era, claramente, el sostenimiento de la alianza entre
gobierno y trabajadores para seguir forzando el paso industrial. La
presidenta de la Nación, que acertó en casi todo desde el inicio de
su gestión, confundió esa táctica y transmutó la acción en
discurso al aconsejar sabiamente a los empresarios que “no maten la
gallina de los huevos de oro”. Pero, ya se sabe, se les habla con
el corazón y responden con el bolsillo.
Entonces, el gobierno nacional, en vez
de promover la cohesión de las dos centrales sindicales en su
derredor, y de estas con la fuerza militante juvenil social, promovió
la dispersión de las primeras y ninguneó el potencial de la
segunda. Entregó la responsabilidad organizativa social a una fuerza
joven de capas medias empleadas en el Estado, con escasa relevancia y
representatividad en un subsuelo de la Patria que tiene sus
modalidades, sus estilos, sus identidades.
Hacemos un alto y decimos: las
organizaciones sindicales y sociales no “son” en sí mismas el
pueblo trabajador. Por tanto, si la economía se despliega y los
niveles de ingresos y de empleo resultan progresivos, nuestra gente
votará a los candidatos del Proyecto Nacional y Popular, más allá
de lo que sugieran los dirigentes de cada sector. Pero si esas
organizaciones no tallan en el debate público y en el Estado, es
menos probable que los indicadores económicos resulten progresivos.
¿Se entiende?
La identificación genérica de todo
sindicalista con Luis Barrionuevo es un insulto a la historia del
movimiento obrero argentino. La pérdida de sindicatos dispuestos a
respaldar al kirchnerismo como los choferes de colectivos, los
ferroviarios, los docentes (entre otros) es una realidad con
responsabilidades compartidas. El rumbo nacional es un asunto tan
serio, que el gobierno y su fuerza política no pueden asentarse en
los errores dirigenciales para romper lanzas, como si el apoyo
ofrecido por el sindicalismo pudiera ser relevado por una vertiente
inexperta aunque aparatosa. Y la UOM, está muda.
Porque si el ancho de hombros no
proviene del movimiento obrero, por mediado y mal dirigido que
resulte, se origina en el espacio empresarial. No hay relevos
militantes para semejante andamiaje popular. Y los resultados son
evidentes en la batalla cultural fortísima que se despliega en el
país por estas horas: la voz oficial –con razones nacionales y
populares- se ha tornado débil, apenas encarnada en funcionarios,
militantes sin relevancia y comunicadores que reiteran preceptos pues
no logran ahondar en los asuntos centrales.
La voz oficial –con razones
nacionales y populares, y diez años de crecimiento como antecedente
valiosísimo- se ha tornado débil porque se siente la ausencia del
movimiento obrero con sus grandes movilizaciones de respaldo, con
dirigentes y delegados listos para batallar ante la opinión pública,
con presiones para contener los excesos empresariales. La voz oficial
está siendo opacada por los poderes antinacionales y antipopulares,
con su gleba de periodistas dispuestos a mentir y ensuciar, con el
altavoz ofrecido a los zonzos que condenan al kirchnerismo por
peronista y no por dejar de lado a los sindicatos.
Desde La Señal Medios lamentamos que
un análisis de este tenor sea considerado un cuestionamiento: en
realidad lo formulamos porque anhelamos la recuperación de esa voz
potente que el Estado argentino debe tener para llevar adelante este
tramo de la historia. La inmensa obra lograda desde el 2003 hasta
hoy, con la puesta en pie de un país que había sido asolado por esa
misma combinación de poderosos y zonzos, no merece el declive ni
merece el grisáceo rol social en el cual se lo intenta situar.
Si a este gobierno le va bien, los
trabajadores nos veremos beneficiados. Así ha sido hasta ahora. Sin
la presencia activa del movimiento obrero organizado en defensa del
Proyecto Nacional y Popular y en la elaboración de sus políticas,
es difícil que le vaya bien. No se trata de una visión subjetiva
anclada en vínculos o conveniencias sectoriales: es una descripción.
*Director La Señal Medios / Area
Periodística Radio Gráfica.