El viento sopla
fuerte. Indica que la lluvia no anegará y que el otoño va llegando. Sereno,
tras una semana de trabajo intenso, dejo llegar ráfagas de programas que me
brindaron singular placer: Mordisquito, el Papa –qué cabreros se ponen algunos
amigos-, el Lobito y la visita de Aram a los estudios. Buena nueva esa: el
turco Aharonián se incorpora a La Señal Medios, y encima me propone volver a
sacar la edición gráfica de una querida publicación.
Dejo correr, vuelvo lentamente sobre el mate y se
entremezclan algunas preocupaciones: días complicados para la imagen siempre en
cuestión del movimiento obrero. Un hombre de Martínez asesinó a otro de la
lista opositora. Unos tipos en la movilización portuaria tiraron del puente a
un lisiado. Y la UTA, siempre lista para dañar el clima social tras la ruptura
de la CGT, declara un paro salvaje que afecta el retorno de los trabajadores a
sus hogares un viernes lluvioso.
Pero como se ha muerto un diseñador de ropa y todos
parecen conocerlo menos yo, entro por un instante a Perfil para ver quién es.
Pues para tonterías, Perfil. Nunca me entero (en verdad no me interesa) pero en
un costado observo que Carlos Gabetta tiene una columna allí. El título huele
mal (Qué pena, el Código Penal) pero su contenido es peor: el otrora héroe de
la revista El Periodista, que hizo un aporte singular al desarrollo de un
periodismo crítico en la Argentina, intenta mostrar un país arrasado por la
inseguridad y el narcotráfico.
Transito con asombro otras de sus notas: hasta
incurre en una vulgar, trivial, archiconocida y superada condena al ¡fútbol!
Tiene el descaro de citar a Osvaldo Soriano –buscando amparo- para ello. Y por
supuesto, como pagando peaje de izquierda para pasar a un baño parecido al de
Jorge Fontevecchia, se ensaña con el sindicalismo cuyo símbolo, a su entender,
es el casino. Su decir es tan flojo como lo era en El Periodista, pero sus
ideas son las de un gorila de izquierda que cambia los tonos para adecuarse sin
perder la barba al perfil de Perfil.
Dejo de lado todo eso y tomo, sin detalle, los
diarios de la semana: allí veo que Clarín titula con la declaración de mi amigo
y respetado Plutarco Schaller, uno de los gestores junto a Tito Paoletti del
mítico El Independiente de La Rioja, contra el general Milani. “El tenientito
Milani”. El artículo interior no necesita cargar las tintas, pues Chacho,
primer preso político de la dictadura y consecuente hasta el día de hoy aunque
muchos no lo crean respalda al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner
simplemente cuenta la verdad. Lo sé porque Chacho siempre dice la verdad.
Entonces pienso: voy a decir por radio y a escribir
–esto- para precisar que creo en el testimonio de mi amigo. Y para señalar que
aunque estoy a full con la presidenta y aunque creo que tiene todo el derecho
de designar como jefe del Ejército a quien considere pertinente, si Plutarco
declara algo, es porque sencillamente es así. Acabo de mencionar a Gabetta en
un párrafo y a Schaller en el otro. Tal vez para agudizar el contraste.
Mientras el mediano redactor derrama mentiras para atacar el Proyecto Nacional
y Popular, nuestro héroe real, víctima del criminal Malagamba, narra verdades
mientras anhela clarear un panorama complejo. Pero no logra transparentarlo: su
aporte es aprovechado por Clarín.
El viento se atenúa y el mate exige una reparación.
En el interior de todos los pensamientos late continuamente la cercanía del
clásico platense. Cómo se armará la contra de mi Gimnasia: de tres cuartos por
abajo con verticalidad, como debe ser, o con voleas bombeadas que golpeen la
cola del avión malayo. Quién sabe. Toda mi vida fue así; ni la mayor de las
preocupaciones logró dejar fuera de la cabeza eso que a Gabetta le molesta
tanto. Y pienso en el interrogante que le formulé a Carlitos Aira y Leo Martín
en el Estudio Patrick Rice: “Si tuvieran el dinero y la fama de Maradona
¿vivirían como él”?
Es cierto que aún resta una labor intensa para
controlar los precios. Cuando los suben, por muy artificial que sea el alza, no
los bajan más. Se puede lograr que frene el alza, pero volver al nivel anterior
es difícil. Es preciso abrir el techo de las paritarias y mejorar los planes
para equilibrar, y a partir de ahí evitar una nueva absorción. Eso es así; pero
ni siquiera semejante rasgo esencial para el bolsillo popular anula los logros
de esta década nacional y popular. Vale repasar el programa especial de
Mordisquito para volver a entenderlo.
Claro, la muchachada te inserta interrogantes.
Aparece Grobocopatel y dice que no sólo respalda este proyecto, sino que resulta
preciso aumentar la intervención del Estado en la economía. Esto ensambla con
las recientes declaraciones de Franco Macri sobre la importancia del despliegue
industrial alcanzado en el período. Al combinar ambas apreciaciones necesito
indicar: qué estadista se negaría a la renta de un producto primario requerido
internacionalmente. Y luego: el crecimiento fabril demanda inversión para
saldar los eslabones faltantes en la cadena productiva.
Es decir: persiste el camino adecuado. Que llegue
apoyo de dos empresarios de ese nivel no implica que el proyecto en marcha
resulte antipopular. Evidencia que al menos dos beneficiarios del crecimiento,
lo admiten. El dilema son los otros. Los empresarios que preparan su suicidio a
través de candidatos opositores. Los comerciantes que se quejan amargamente de
las políticas que mejoran el nivel de compra de sus compradores. Los
profesionales que en vez de valorar la suba en sus ingresos no pueden tolerar
que Amado Boudou mire una pantalla mientras espera el quórum. Viven en un gran
país y creen habitar un lugar menor. Ellos son menores. Como el columnista de
Perfil.
En tanto, Maradona convoca a Dubai más mujeres que
jugadores a la selección nacional mientras le tocó dirigir. Es transparente: el
tipo quiere que todos se enteren. Si hubiera deseado estar con una mina, la más
linda, lo concretaba y listo. El asunto era mandar invitaciones de continente a
continente, generar viajes en avión, tener a los medios alerta… y de paso
recibir a las sub 30. ¿Es tan difícil salir del foco? Recuerdo dos comentarios.
Un boxeador me dijo: es lo peor que hay, un día todos te siguen y te saludan,
te sacan fotos y te hacen notas, y al otro día no te conoce el vecino, ni el
chofer del colectivo, ni te mencionan más en ningún lado. Y en un reportaje
Tato Bores arriesgó: si los periodistas te joden, tenés que pensar que lo que
más te jode es cuando no te joden, ahí estás jodido.
Jodidos, en realidad, vamos a estar si se deteriora
el poder de los sindicatos. Sea como fuere, cuando no queda nada, cuando
arrecian las finanzas y el granizo, a este pueblo sólo le quedan sus
organizaciones gremiales y sociales. Esos son los espacios que impidieron
–entre fines de los 90 y el arranque del siglo- que se originara un problema de
seguridad genuino como en Mexico y Colombia. En el desempleo, la gente se
agrupa en gremios o se agrupa en maras. Por eso insisto en que quienes hablan
de crisis de seguridad en la Argentina cometen un delito informativo.
El viento vuelve a soplar. Hay que prever eso en
los tiros libres y los corners; usted sabe.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio
Gráfica