Por Gabriel Fernández *
Vamos con referencias a tomar en cuenta. En las PASO, el Frente para la Victoria logró, a nivel nacional, el 38 por ciento. El PRO junto a los radicales, el 24. El massismo alcanzó el 14. La fórmula que lideran Daniel Scioli y Carlos Zannini se impuso en 20 provincias sobre 24. Las mayores diferencias las alcanzó en la región norte del país, pero obtuvo triunfos resonantes en zonas anteriormente hostiles como Santa Fe y Corrientes.
El macrismo sólo se impuso en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Mendoza. Se sabe: variantes peronistas alcanzaron la supremacía en San Luis, como es habitual, y en la compleja provincia de Córdoba. En todas las variantes, quienes tienen cierto espacio para crecer son el sciolismo, el massismo y, a costa del macrismo, el neoradicalismo de Stolbizer. Puede haber alguna sorpresa parcial pero los números no resultan tan elásticos.
En este marco, no deja de llamar la atención que las sospechas sobre manejos irregulares de los comicios recaigan sobre la fuerza que se configura como holgadamente vencedora. Si este precepto atenta, en sí mismo, contra el sentido común, vale añadir que el sistema electoral argentino, con su Cámara, su Junta Nacional, los experimentados jefes de mesa y los fiscales de variados partidos, hace décadas que se muestra afiatado y seguro.
El otro tema que se nos ocurre interesante remarcar es el de los contenidos de las campañas. Ahora que todo ha cesado, en medio del instante de reflexión que sugiere la veda, se puede observar que los ejes del oficialismo se asentaron en la continuidad de una obra de gobierno evaluada como positiva por la mayoría de la población, en tanto el conjunto de los opositores –una vez que se limpian las parrafadas- se sitúa sobre el inmaduro y antipolítico “los K roban”.
Averguenza un poco, pero es así. Toda la intención de voto que pueden mostrar los críticos del kirchnerismo y los cuestionadores de la fórmula Scioli – Zanninni, está asentada sobre la irritación que provoca el peronismo en cualquier variante. El diálogo con el eventual sufragante macrista o radical promedio jamás va más lejos. La charla, con rasgos infantiles, emerge pletórica de expresiones como “robo”, “vagos”, “negros” y una triste seriada de adjetivaciones que empobrece a sus formuladores.
Ahora bien, si se agudiza la mirada y se intenta visualizar el comportamiento de las variadas izquierdas, puede surgir un dejo de preocupación. ¿Porqué? No debido a su caudal electoral, sino al concepto y el accionar que de allí se deriva. Como la evaluación que hacen congrega aquél viejo aserto del peronismo como maquillaje de la burguesía, todo lo que puedan hacer para dañarlo resulta válido. Y ese daño, ostensiblemente, beneficia al conservadurismo liberal. Ante este panorama un militante de izquierda sincero debería interrogarse sobre cuál es el comando político económico de la agrupación a la que pertenece.
Pues una cosa es que algún enjundioso sector confunda tiempos políticos y demande soluciones rápidas y justas, y otra es que el eje de su accionar derive en algaradas que sólo sirven de provocación para avances desestabilizadores como los que impulsan los Estados Unidos en numerosos países de nuestro continente. Nos permitimos, a esta altura del partido y tras una década en la que se ha dado respuesta parcial a las demandas de derechos humanos y sociales, dudar sobre el origen mismo de la política izquierdista. Sus dirigentes ¿sólo están equivocados por no interpretar las construcciones nacionales y populares, o simplemente trabajan para el imperio que dicen combatir?
Bien, seguimos reflexionando. Si efectivamente el sciolismo logra crecer desde la base obtenida en las PASO ¿cuáles serían las franjas que aportarían a un resultado más contundente? Hay dos andariveles: el primero, que se está resolviendo, es el progresismo que desconfía de Scioli. En la comparación misma parece ir visualizando que en cualquier caso, otra opción puede resultar peor. El segundo, es el voto de matriz duhaldista que ha engrosado la demagógica oferta de Massa, con sus militares en las villas y sus bajas impositivas; aquí, el corcoveo parece persistir.
Es una pena que, desde la campaña kirchnerista – sciolista, no se haya aprovechado la visible distancia entre la calidad de vida registrable hoy en la Argentina y en cualquier otro espacio geográfico. Parecía atinado refrescar las dificultades europeas y el nivel de empobrecimiento del ciudadano medio norteamericano a la hora de parangonar. Ni hablar si se pone en evidencia el abismo existente entre la situación de nuestro país y las variadas problemáticas que atraviesan Asia, Africa y no pocas zonas de América latina. Insistimos en este concepto: hay mucha gente que vive muy bien, pero habla como si estuviera situada en un descampado arrasado por la crisis.
Mirando en panorámica el conjunto de una elección que definirá el gobierno argentino de los próximos cuatro años, no aparecen grandes razones para que el Frente para la Victoria pierda la contienda. La tradición de voto nacional – popular hacia el impulso industrial parece persistir en una base social inteligente. Los dirigentes que encabezan esta propuesta han ratificado esa orientación. Los opositores lanzan acusaciones huecas e iniciativas difusas. Algunos, hasta pretenden mimetizarse con los logros oficialistas. El suicidio masivo de toda una sociedad no parece una opción con mediciones favorables.
· Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.