La importancia de una investigación periodística de fondo
Por Gabriel Fernández *
Hace un buen tiempo ya, Oscar Abudara Bini me pidió un par de horas, sugirió que me sentara y encendió un proyector. Pude ver entonces el documental elaborado en base a la investigación desplegada por el profesor James Fetzer en derredor de los atentados contra las Torres Gemelas en el año 2001.
Luego Oscar me contó su visión, muy documentada. Poco después conocí a Fetzer durante un encuentro realizado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Luego invité a Kurt Sonnenfeld, el fotógrafo, a la radio. Y más tarde pude dialogar, varias horas, con el capitán Héctor Tessey –héroe de Malvinas- quien con sensatez plausible brindó detalles esenciales articulados sobre su conocimiento de misiles y aviones.
Aunque palpé veracidad desde el comienzo (lo cual no es habitual pues suelo descartar la mayoría de las denuncias que no me cierran a pleno por ese sentido que combina pensamiento y percepción al recibir una información), empecé a poner en cuestión los datos y a consultar a periodistas de la más extrema confianza. Entre otros, Stella Calloni y Néstor Gorojovsky.
Tras un prolongado periplo de dudas e indagatorias, llegué a una conclusión: La Señal Medios estaba en condiciones de presentar un informe completo de lo que ocurrió en aquella jornada clave de la historia presente. Así, con la orientación de Oscar y el análisis militar de Héctor, presentamos hace un año un informe multimediático en el gran salón de Radio Radio Grafica FM 89.3
El material en su integralidad resultó más completo y afiatado que el planteado durante la llegada de Fetzer sobre mediados de la primera década del siglo. Fotos contundentes, testimonios audiovisuales, imágenes de video sin alterar y documentos de primera mano permitieron mostrar un panorama que, lejos de describirse como una oscura conspiración, resultaba una maniobra político, militar y comunicacional de alto vuelo.
Ese informe fue reiterado sintéticamente en nuestra emisión radial concretada horas atrás. Además, intencionadamente, fue sometido a las desconfiadas preguntas de alumnos de periodismo a los cuales se instó a profundizar sin guardarse duda alguna. Es pertinente señalar: resistió todos los embates.
LOS ATENTADOS. Los investigadores llegaron a conclusiones centrales. Por un lado, las Torres estaban elaboradas con el objetivo central de precaverse de un choque aéreo. Su capacidad de resistencia superaba holgadamente la potencia de impacto generada por un avión. Luego, las imágenes permiten observar claramente –durante y después de los ataques- el derrumbe por implosión.
El testimonio del máximo héroe de la jornada, William Rodríguez, quien salvó una decena de personas con arrojo y valor, eliminó las dudas: esas personas se estaban quemando antes del arribo de los aviones porque en los subsuelos de las Torres estallaron varias bombas con antelación. Personal de los edificios afirmó que varios días antes, operarios y técnicos identificados como “Seguridad” habían estado trabajando en los lugares donde se generaron los estallidos internos.
Retomando el testimonio de los realizadores de las Torres, empresarios, ingenieros y arquitectos, vale añadir que en prevención de un accidente aéreo, prepararon una malla, una red de acero calculada para que el eventual impacto de un avión dañara únicamente medio piso de toda la construcción; bajo ningún punto de vista aceptaban la posibilidad del desmoronamiento de todo un edificio.
En cuanto al Pentágono, las observaciones de Tessey son determinantes. El boquete en la pared inferior corresponde a la medida de un misil. Nada tiene que ver con las medidas de un avión. Ni siquiera aparece el rastro del impacto de las alas sobre el centro estratégico militar. A decir verdad: ni siquiera aparecen rastros del avión. El misil era corriente: no podía haber sido enviado desde muy lejos.
EL MANIQUEÍSMO. La lectura política está ligada a la necesidad de calzar en una mentalidad promedio norteamericana formateada por Hollywood y sus films policiales: el enemigo de los Estados Unidos debe ser tremendamente malo. Cruel, dañino, feroz. Debe ser capaz de asesinar a cientos de personas. De ese modo, el accionar irregular de las fuerzas de la libertad, se justifica por oposición.
Así, se intenta que la sociedad norteamericana presuponga que las intervenciones sobre Medio Oriente no guardan relación con el petróleo, las reservas monetarias, el poder geopolítico, sino con la intensa labor democrática de un Estado que se pone al hombro a la humanidad y, en medio de tanta maldad, deambula por el planeta ordenando los desaguisados de los bárbaros.
A la luz de las pruebas (aquí no detallo nombres de armamentos para no fatigar, todo está planteado en las investigaciones antedichas), las opiniones de Europa y América latina han dejado de creer la versión oficial del gobierno entonces liderado por George W. Bush. En el interior mismo del país del Norte crecen las dudas y los reclamos de investigaciones serias.
El esfuerzo, actualmente, es llevado al límite. El gobierno demócrata ha tomado la narración republicana como política de Estado. La censura previa reina en la potencia democrática. El manejo de los servidores para las redes sociales invisibiliza a quienes plantean una realidad como la que estoy describiendo aquí. Y nunca falta el analista que al no poder ocultar las objeciones, devalúa a los críticos y los identifica como “conspiranoicos” para restar credibilidad.
Lo ocurrido está a la vista de quien quiera ver. De quien indague un poco.
El esfuerzo del equipo de Internacionales de La Señal Medios enorgullece a todos los que hacemos este espacio y a un segmento no adocenado del periodismo argentino.
Los ataques posteriores de los Estados Unidos y sus aliados sobre Libia, Irak, Siria, Palestina (todas naciones con gobiernos elegidos democráticamente), y su intervención en otras regiones del mundo islámico, configuran el cuerpo presente del delito original.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica