Murió el chino del almacén

 


Por Gabriel Fernández, Director de La Señal Medios 

Tras una semana de persianas cerradas, este sábado las encontré alzadas, como (antes) siempre. Ingresé y allí estaba su esposa, con un pibito de un año en brazos; al lado, el hijo adolescente de los dos.

Quién sabe cómo se llamaba. Era el más simpático de los orientales conocidos y uno de los pocos  dispuesto a conversar. -¿De dónde sos? –Respuesta con nombre de provincia china. – ¿Nieva por allí? –No. -¿Se extraña? –Siii, mucho se extraña. Alguna vez lo grabé, con saludos en su idioma para la radio.

Perspicaz, comprendía bastante. Aunque, claro, se privaba de opinar ante una clientela que, indefectiblemente, incluía argentinos antiargentinos. Cuando no había zonzos en la costa, me decía “Este Gobierno (el macrismo) se volvió loco. ¡Mira los precios! El país se volvió loco”.



La mujer ensayó, hace instantes, una explicación que incluía llevar su mano a la cabeza. El gesto fue acompañado por la palabra “presión”. El adolescente, que ya iba ocupando su lugar tras la caja, con ojos acuosos, sacó el celular y fue leyendo la explicación del médico: ACV, pico de presión.

“Mucha sal, le gustaba todo lo salado. Estuvo tres días internado pero no pudieron hacer nada”. Ese muchacho ya se expresa con fluidez. Su mamá apenas  balbucea castellano. El padre fallecido encarnaba una zona intermedia.

El cotidiano mercadito chino se puso en marcha, nuevamente, hoy. Un lugar trivial, sin más novedades que los productos de primera necesidad habituales. Pero el fuerte peso de la ausencia de su impulsor, se siente. La intensa sensación de soledad que transmite su familia, también.

No habrá dilemas económicos para la viuda ni para los hijos. Sólo les quedarán algunos interrogantes sencillos, planteados hacia adentro con palabras que jamás comprenderemos. Es probable que las preguntas, que el tiempo irá difuminando, se refieran al sentido de haber venido hasta acá, desde tan lejos.

Seguro que la mujer se dirá: “Acá estamos mejor, acá se vive mejor. A pesar de todo la apuesta de ¿Wang, Chan? (quién sabe) tuvo sentido”.

Lo único que pretenden estas líneas es señalar, desde la filosofía que los lectores conocen, que ha muerto un compatriota nacido en China. En línea con aquél canillita japonés descripto por Jauretche (“avisá, ponja es el viejo, yo soy de acá”), el ñato deja una familia argentina, con ojos rasgados.