Por Gabriel Fernandez *
Cuánto se ha hablado sobre el futuro de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Que Senadora, que Gobernadora, Primera Ministra y algunas ideas más. Hay algo cierto: ejercerá de hecho la jefatura del Movimiento Nacional. Su caudal de votos en los procesos electorales y el nivel de aceptación colectiva presente, así como los aciertos en la gestión, la habilitan –la obligan- a ese rol.
En las últimas semanas ha surgido otra posibilidad de interés, que vale la pena considerar. Al tiempo que aclaramos que nada es concreto hasta que se concreta, podemos indicar que entre sus más cercanos compañeros late con energía la proyección internacional. Pues en el 2016, la Organización para las Naciones Unidas deberá relevar por reglamento específico, a su actual Secretario General, Ban Ki-Moon.
Los antecedentes sostienen esa idea: la acción internacional argentina, firme y eficaz, a la vez que equilibrada, resulta el mejor argumento. Las exposiciones ante la ONU de la Jefa de Estado han sido más que brillantes, acertadas, lo cual es todo un logro de entendimiento en un mundo cambiante. En el interior de tales discursos, pueden hallarse sólidos parates a campañas de las grandes potencias sin generar quiebres innecesarios; y sobre todo, esa mirada que detectó la nueva relación de fuerzas, cautivando a rusos y chinos por igual.
Cristina, además, mostró una lógica de hierro al analizar la realidad de Medio Oriente, se preguntó de dónde surgen las armas que alimentan fuerzas mercenarias, reconoció al Estado Palestino. No rompió vínculos con Israel; sacudió a los norteamericanos pero brindó aire al poco juego que Barack Obama ha podido jugar. Se adelantó notablemente a los acuerdos de las potencias con Irán. Entabló un inteligente y franco diálogo con el Papa Francisco, amparada en la filosofía que mana de las mismas palabras del Pontífice. Y ha sostenido con determinación, sin lugar para sugerencias bélicas, la Soberanía Argentina en el Atlántico Sur.
Pero muy especialmente, encarna dentro del nuevo despliegue planetario, la promoción industrial, la primacía de la inversión productiva con presencia estatal y rasgos sociales inclusivos, en detrimento de la muy devaluada imagen del capital financiero, de rápida circulación pero efectos nocivos sobre sociedades otrora prósperas, como las europeas. Lo señaló con precisión forjista ante el mundo y lo efectivizó a través del litigio con los Fondos Buitre, representando de ese modo los intereses de una gran cantidad de países afectados por prácticas saqueadoras.
Cristina, como buena ‘gimnasista’ que no olvida su gente y al mismo tiempo atisba el bosque en su conjunto, encarna un interés regional definido mas no rasga posibilidades de encuentro y negociación. De allí que los primeros tanteos hayan resultado interesantes. Buenas fuentes cuentan que ya existe un acuerdo básico en la ONU: el próximo Secretario General será una mujer. Y no son pocos los que se toman la cabeza cuando piensan en las variadas candidatas. Sólo la argentina merece signos de aprobación, y como era de esperar, de reticencia por parte de los intereses rentísticos y armamentísticos.
Heredera del ciclo vertebrador del UNASUR, lanzado por Néstor Kirchner y sus amigos latinoamericanos, cuenta con una plataforma en el Sur. Y especialmente, con una mente vasta que puede abarcar simultáneamente los más variados asuntos; probablemente se sienta en condiciones de orientar este espacio político complejo en nuestra nación y de liderar con buen tino el organismo internacional por excelencia.
Es claro el interrogante, aunque no existan certezas: ¿Por qué no?
* Director de La Señal Medios y Conductor de “Terapia de Grupo” en Radio Cooperativa (AM770)