Por Gabriel Fernández*
En línea con las habituales “denuncias” de Jorge Lanata, el diario Clarín con la firma de Daniel Santoro ha vuelto a dar un traspié periodístico significativo. Lo señalamos cuando, algún lector recordará, el conductor de Periodismo para Todos supuso que arrasaba con la imagen de Luis D´Elía al dar cuenta de presuntos negociados petroleros.
La pregunta surgió naturalmente durante la semana que concluye: ¿cómo se pueden “clavar” de ese modo? A decir verdad, no es tan extraño. Hay dos claves sencillas que el periodista profesional conoce: saber a quién escuchar (confianza) y corroborar debidamente la información (certeza). A partir de allí, la noticia debe compatibilizarse, manejando grises y variantes, con el lineamiento editorial del medio.
Cuando esa orientación empresarial es muy cerrada, se estrechan los márgenes de informantes, y también se reducen los consultores de veracidad. Si la orden básica de la dirección de un medio es “sólo vamos a investigar y publicar informaciones contrarias al gobierno”, la búsqueda de la primicia, de la revelación, tiende a sesgarse; sólo emerge un arco limitado de fuentes, tan interesadas como el medio en vituperar la gestión estatal.
En realidad al periodista que se ocupa de estos asuntos le llegan datos regularmente. Si nosotros en La Señal y en la Gráfica, por caso, difundiéramos todas las denuncias que nos acercan sobre el comportamiento de dirigentes opositores, nos convertiríamos en la contracara de las ametralladoras de calumnias en que han advenido los espacios concentrados. Sólo damos a conocer aquellos recibidos de fuentes confiables, y cabalmente corroborados.
A los periodistas del Grupo Clarín, la verticalidad los está ahogando profesionalmente. En algunos casos, la situación se torna llevadera por la acumulación de interesantes ingresos. Pero no en todos. Lo cierto es que resulta complicado encontrar falencias en los más variados los aspectos de la vida nacional; y muy especialmente termina siendo fatigoso para el trabajador de prensa hallar zonas corrompidas en la vida personal de cada funcionario.
Entonces, la búsqueda de la información se unilateraliza. Y no hay manera, para las fuentes bien informadas, arrimar datos que resulten publicados. Así, el profesional acaba recalando en informantes tan pero tan interesados en desprestigiar al gobierno, que suelen ser fuentes… y parte. Los proveedores de presuntas revelaciones que fatigan teléfonos, mails y redacciones terminan siendo servicios de inteligencia, voceros empresariales y operadores políticos opositores.
Ante la anemia informativa, el periodista del Grupo termina comprando lo que hay, como pasa cuando uno se interna en un comercio con ofertas muy limitadas. La compulsión de los responsables político económicos del medio por publicar “lo que sea” contra las autoridades, facilita el esquive de los procedimientos habituales para garantizar la certeza de la especie. Y concluyen autorizando, más bien promoviendo, la publicación de “bombas” que estallan en las manos del autor.
Jorge Lanata y Daniel Santoro son cómplices y víctimas del esquema. Porque lo que está fallando es la línea de juego. Y lo que está llegando a este país, y quizás al conjunto de América latina, es otro periodismo. Donde el ritmo, la búsqueda del impacto, el color llamativo, no estarán reñidos con la verdad. Entonces, la frase “lo dicen en el diario” o “lo denuncian los medios” en lugar de llamar a risa, denotará credibilidad.
Es nuestro trabajo elaborar esos nuevos espacios comunicacionales, asentados en la certeza informativa, en la profundidad de análisis, pero también con un definido lugar de mirador. Ese mangrullo ubicado en el seno del Pueblo y en el Sur del continente, que permita una perspectiva adecuada de los acontecimientos. Sucesos que además, necesitan una historización justa e hipótesis delicadas sobre sus derivaciones.
Los errores ajenos también nos acercan a esa nueva época.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Grafica FM 89.3