Tiempo para entender qué lugar se ocupa


Sonrisas del Sur en un bar moscovita. Y un final a toda orquesta

Por Gabriel Fernández *

Nada es lo suficientemente complicado como para no entenderlo. Los hombres jugamos a ser dioses que desentrañamos y transformamos lo que parece natural y eterno. De eso se trata: en contra de las visiones que hablan de temas intangibles y de situaciones que deben seguir siendo así pues siempre lo fueron, el ser humano deja su alienación e inventa la escritura, rompe la tierra, combate los virus, modifica animales, elabora robots. Construye imperios y los volatiliza.

La violencia implícita en las transformaciones no debería impedir observar el trasfondo de sabiduría que les brinda volumen. Por ejemplo, el tema del sentido de las construcciones, su autodesignación, resulta más importante de lo que parece… en las buenas y en las malas. Es probable que cinco siglos de sojuzgamiento con bellos corcoveos rebeldes en América latina hayan originado un pensar para el cual el equilibrio es parte de la victoria.


VASHE ZDOROVYE! Vamos por otro lado del planeta, para ver el panorama. En una reciente entrevista de RT publicada en La Señal Medios, el presidente ruso Vladimir Putin desplegó una serie de valiosísimos conceptos centrales sobre la política internacional. Ante el interrogante sobre el futuro de los Estados Unidos, indicó que el problema que afronta ese país es el haberse posicionado como Imperio, en definición y acción, frente al mundo. Esto, señaló el ruso, les impide negociar pues internamente se visualiza todo diálogo como una muestra de debilidad.

Entonces fue más lejos. Putin explicó que es preciso darle tiempo a los Estados Unidos para que absorban, aprehendan la nueva situación mundial, admitan que son un gran país pero no El Imperio, y que en la correlación de fuerzas actuales no les queda otra opción que negociar con los demás. Tienen el aspecto de ser la potencia más grande del planeta, pero ya no lo son. Con una picardía que seguramente atravesó su juventud en algún bar moscovita, Putin se lanzó entonces a elogiar a Irán, a China, a los cuales calificó como estados serios y pueblos inteligentes.

ASTRACÁN. El mundo va cambiando de modo más interesante de lo previsto. Otro aprendizaje valioso se observa, justamente, en ese perfil euroasiático. Tanto Rusia como China han comprendido, tras décadas de necedad, que no pueden imponer modificaciones internas estructurales a sus aliados, si efectivamente anhelan contar con aliados. Aunque hoy suene vulgar, por años resultó imposible contactar a fondo con las dos potencias controladas por sendos Partidos Comunistas: todos los acercamientos merecían objeciones, unos por la religiosidad de pueblos y gobiernos, otros por identidades sociales y políticas históricas, otros por modalidades organizativas.

Ellos también construyeron un Norte absoluto al cual había que arribar siguiendo sus respectivos mapas. Y así, quienes no se adecuaban a la visión marxista en el detalle exacto planteado por los comités centrales de cada estructura, eran desgajados como reformistas, desviados, socialdemócratas, populistas, y otras cosas más. Los gorros de Astracán en el Caribe. Hoy, Rusia y China comprendieron, en primer lugar, que carece de sentido su histórica batalla horizontal; pero también, que los árabes no dejarán de ser islámicos, los latinoamericanos cristianos, y cada pueblo alzará la bandera que mejor hilvana con su propio decurso.

La tontera duró demasiado tiempo e impidió el sostenimiento firme y articulado del Movimiento de Países No Alineados, de las iniciativas tercermundistas, y facilitó –en un marco económico favorable- la expansión del control norteamericano y de sus aliados de la OTAN. De hecho, visto a la distancia, es absurdo que, al conocerse la propuesta del ABC en 1953, la entonces Unión Soviética no se hubiera lanzado a pleno y compulsivamente a respaldarla para limar el potencial británico y norteño en esta parte del mundo. Ni la tomaron en cuenta, porque era una iniciativa propia de “gobiernos burgueses”.

PROYECTOS. Por estos tiempos el planeta está en disputa. En lo geopolítico, lo geoeconómico y lo directamente económico político. La Argentina, que cuando tiene un rato para desperezarse, piensa, ha señalado con precisión que la discusión global, en el último punto indicado, es entre un modelo productivo inclusivo y uno rentístico excluyente, con necesarios rasgos mortuorios. Si el proyecto de reposicionar al capital financiero a la usanza de la revolución conservadora Reagan – Thatcher logra éxito, varios miles de millones de seres humanos, sobran.

En ese plano, vale reflexionar nuevamente sobre el emerger del Unasur y, como señaló hace dos meses el ex presidente brasileño Lula, sobre la necesidad de apretar el acelerador en su desarrollo. Fíjense: hay que repasar esos conceptos vertidos por Cristina Fernández de Kirchner en el tramo más caliente de la disputa con los Fondos Buitre. Luego, ahondar en los nuevos paradigmas lanzados por Evo Morales el año pasado ante el G 77 más China. Entre ambos discursos, surge una suerte de programa básico de gobierno mundial consensuado. Sin olvidar los sagaces aportes comunicacionales del jefe de Estado ecuatoriano Rafael Correa.

Especialmente los rusos, pero también los chinos, escucharon con suma atención el despliegue latinoamericano, acompañado como si esto fuera poco por el Papa Francisco desde el Vaticano. Y además de incorporar las ideas según sus intereses regionales, hicieron dos cosas trascendentes para una nueva humanidad que no debe valuarse por utopías hippies sino por concreciones técnicas e industriales. Esos dos puntos son: América latina es parte de la historia y emite hacia el planeta; las palabras, asentadas en los registros económicos, tienen importancia.

LA PALABRA. Se trata de dos factores básicos para quebrar la hegemonía anglosajona de más de doscientos años. Según los preceptos de este dominio, nuestras tierras, patio trasero, debían obedecer, producir y cerrar el pico. Y en el otro aspecto, basta ya de la trivialidad hollywoodense de colocar en el centro de cada debate un batallón de mercenarios brutales, una bomba atómica, muchos drones, para resolverlo. El mensaje del nuevo equilibrio multipolar hacia ese Norte es nítido: ya no son El Imperio; hay que aprender a callar, y escuchar, para luego compatibilizar posturas.

Este es el panorama que se va desplegando. No estamos señalando que existan soluciones: hay procesos en marcha donde, ahora, juegan muchos más actores que una década atrás. La guerra por Africa entre Europa y Asia es intensa y la padecen los pueblos sometidos hoy, como ayer. Medio Oriente sigue siendo un espacio flamígero donde nadie da el brazo a torcer. Las pretensiones israelíes se sostienen únicamente a través de la violencia y la mentira. Las campañas publicitarias con armas y muertes en Europa no están dando el resultado derechizador esperado hacia la opinión pública. El Sur de nuestro continente insiste en votar nacionalismo popular democrático.

China y Rusia generan gobiernos fuertes, inteligentes y muy bien asentados geoeconómicamente. Estados Unidos genera gobiernos débiles, con crisis internas recurrentes y un poder financiero que ejerce el supracontrol a través del Departamento de Estado. Las votaciones en Naciones Unidas reflejan la nueva realidad; los encuentros de G20, G77 y G 77 más China dan cuenta de la intensidad de la discusión económico política. Ejemplifiquemos brutalmente: George Soros, que llegó a ser evaluado cual gurú por Boris Yeltsin, hoy solo arranca sonrisas en Vladimir Putin. La vida transcurre y los pueblos maduran.

Nada está resuelto y siempre es posible la reversión. Cada pelea en cada rincón del mundo cobra singular importancia. Mientras los Estados Unidos se toman su tiempo para entender – admitir el nuevo lugar que ocupan, el apuntalamiento de lo logrado parece ser clave en la elaboración de un puente hacia un futuro en verdad más atractivo. De ahí que, cerrando con una consideración doméstica, sea decisivo prohijar, impulsar, garantizar, un triunfo del Frente para la Victoria en la Argentina en las próximas elecciones presidenciales.

En el detalle está el estilo. De poco sirven intelectuales y vertientes que ven claro lo que sucede en Siria, en Palestina, Venezuela o Nigeria, pero retacean el respaldo al Proyecto Nacional y Popular en la Argentina. El rol de los hombres y mujeres del Sur está en promover las transformaciones acá; con las herramientas propias del lugar, sin esperar formaciones perfectas ni aguardar circunstancias ideales. En tiempos recientes, han vuelto a visibilizarse estudiosos muy precisos a la hora de vindicar construcciones lejanas. Suelen encontrar muchos defectos cuando miran lo que está cerca.

Eso pasa. Si uno acerca la vista, si coloca una lupa, podrá comprobar, por caso, que esta linda mesa que al ingresar al hogar se percibe lisa y reluciente, tiene irregularidades, manchas; un lejano verdor como resolana del mate volcado; cierta oscuridad donde cayó la ceniza. De no levantar la mirada y ver el conjunto propio, puede llegar a colegir que las mesas que se realizan en otros territorios, son mejores. Como esos intelectuales, como esas vertientes, siempre listos para solidarizarse con lejanas causas justas –en verdad justas, cabe la aclaración- pero no con un gobierno irregular, manchado, pero magnífico, como el que hoy tenemos en la Argentina.

* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Grafica FM 89.3