Apuntes para argentinos
Por Gabriel Fernández *
Hemos hablado bastante del panorama internacional. Es probable que, entre tanta sigla y tanto nombre desconocido, persistan algunas dudas importantes.
De hecho, seguimos recibiendo interrogantes del tipo “bueno, a la final fueron los árabes ¿no?”, lo cual nos deja una sensación de frustración pues cualquier respuesta terminante puede involucrar una zona oscura.
Vamos a cometer, entonces, un error intencionado trasladando ejemplos geográficamente lejanos y temporalmente dispares. (Igual: se sigue hablando de Pearl Harbour; es más, se sigue citando a Sun Tzu).
Así que vamos. En aquellos años 70 la tensión entre Juventud Trabajadora Peronista y Juventud Sindical era creciente. Hubo choques violentos. Sin embargo, ninguna formación estaba específicamente destinada a asesinar a los militantes de la otra.
Charlando con al histórico Alfredo Carlino, fuimos reconstruyendo algunos aspectos del período. Entre otras cosas el poeta señala que “la CIA necesitaba meter una banda de asesinos y quebrar el movimiento. Una cosa eran los líos graves que teníamos entre nosotros y otra, un grupo listo sólo para matar”. Así surgió la Triple A.
Como el horizonte social, la identidad básica, era la peronista, la Triple A, como el Comando Libertadores de América, se situaba en ese lugar. Su propaganda estaba orientada a demostrar que atacaban a los infieles del movimiento, a los “marxistas infiltrados “ que se aprovechaban de la camiseta peronista.
Como en todo tramo confuso, recolectaron adhesiones de imbéciles que nunca faltan, surgidos de las filas de la Juventud Sindical –merced a acuerdos con algunas dirigencias que veían peligrar su continuidad ante la creciente de los jóvenes militantes que irrumpían en el horizonte- y otras vertientes. Y como en todo tramo confuso, hubo errores graves en todos los protagonistas.
Es decir, había un interés central del imperio: devastar a través de una sangría interna el movimiento popular en el gobierno que, con sus contradicciones, sostenía un programa económico como el diseñado entre Juan domingo Perón y José Ber Gelbard; había agentes que trabajaban criminalmente en esa dirección y había también algunas zonas adherentes tan despistadas como sinceras.
Al Qaeda, con todas las distancias expuestas, es una Triple A para los pueblos islámicos. Al igual que ISIS, un hermano con el cual comparte financiamiento, armas y entrenamiento, se dedica a combatir a los islámicos que, a su entender, son infieles. Eventualmente, a escritores, periodistas, personas visibilizadas. No al responsable de Lehman Brothers o a los jefes de inteligencia de la OTAN.
Y genera, en un volumen numérico y territorial harto superior, esa imagen dañosa de crimen y autoritarismo que el poder necesita para identificar a los movimientos populares. Así como por estos pagos lograron situar al peronismo como un movimiento antidemocrático –pese a su persistencia electoral- con rasgos ultraviolentos, están intentando que el rostro de los pueblos que buscan un destino por fuera de sus márgenes resulte equivalente.
Ahora bien. La Triple A estaba configurada en su acción directa, por argentinos; en su periferia, por no pocos peronistas que creyeron estar limpiando el movimiento. Al Qaeda está forjada por agentes mercenarios de diverso origen, y por adherentes que creen, torpe y francamente, estar sirviendo al islam.
Unos y otros, blandiendo banderas muy locales, han servido a Gran Bretaña y a los Estados Unidos. “Idiotas útiles” dijo Arturo Jauretche cuando, en vísperas del golpe del 55 lo invitaron a una reunión nacionalista destinada a combatir la “corruptela” del gobierno popular. Los organizadores de estos movimientos no son idiotas; saben lo que hacen y porqué.
Necesitan que nuestros rostros, ante el mundo, sean bestiales.
*Director La Señal Medios / Area Periodistica Radio Grafica FM 89.3