Sinceridad Brutal: dos experiencias en una semana


Por Gabriel Fernandez, director de La Señal Medios 

Tomo un taxi, tras grabar el programa La hora de los pueblos, junto a Guadi Calvo. En un viaje de Floresta hacia Barracas, que sale no menos de cien pesos, el taxista se toma el privilegio de decir, sin que nadie le pregunte nada: "acá una parte trabaja, la otra parte cobra planes". 

Lo único que quería era facilitar el regreso a su destino al mencionado columnista y llegar a mi casa lo antes posible. Luego tenía que partir hacia la radio. Tras manifestar nuestro desacuerdo nos bajamos. 

Guadi me preguntó ¿pero no tenés que seguir? Si, pero no tengo porqué darle dinero a este tipo. A esperar el 93. 




Recién recién. En La Plata invité a mi familia a comer al afamado Dante, el Rey de la milanesa. De entrada, sin que nadie preguntara nada, el ¡mozo! se consideró indicado para lanzar una grave queja sobre "lo mal que está todo y la gente ya no viene porque no tiene dinero y lo mal que están las cosas". 

Yo pensé para mis adentros que no podía aceptar la humillante situación de admitir eso cuando estaba comiendo fuera; es decir, gastando más dinero del necesario para cenar. Pero, tolerante, aunque ofuscado, lo dejé pasar. Tardaron una hora y 45 minutos en traer dos milanesas, mostrando la ineficiencia habitual de la empresa privada en la Argentina. Me retiré a los gritos acusandolos de gorilas pinchas y putos. 

Es decir, en un lugar donde fui a pagar, donde se presta un servicio, me tuve que comer el discurso inmundo de quien estimaba que podía opinar en esas circunstancias. Quise invitar a Norma Rosa Torello, mi compañera, y a mi mamá, a cenar tranquilos para hablar de nuestras cosas. 

Al igual que el taxista, el mozo estimó que resultaba conveniente -aunque haya pasajeros, aunque haya comensales- quejarse del país y del período que atravesamos. Y yo quería viajar y comer tranquilo. 

Bien, no soy tonto ni jodido. Creo. Estoy verdaderamente harto. Si tomo un servicio -transporte, comida, café, etc- por el cual pago, en términos estrictamente capitalistas, exijo que brinden la prestación y cierren el pico. 

El restaurant, cuando salimos, estaba repleto, pletórico de personas listas para pagar precios altos por comidas sencillas. Digo: esos boludos me amargaron un viaje y una cena. Ambos, reitero, pagos bien pagos. Y ambos, a diferencia del 2002, cuando ni había vechiculos para los taxistas ni clientes para los restaurantes, con buen laburo entre manos. 

Finalmente: pienso que los compañeros, en lugar de bajarse o protestar, la dejan pasar. Y eso nos perjudica a todos. Pero voy más lejos: si efectivamente las personas que habitan este país piensan así, si suponen que es mejor cualquier cosa antes que "soportar a los K", habrá que empezar a pensar, seriamente, en tomarse el palo. 

Como decía en estos casos mi amigo Nestor Basile, al boludo ni el saludo.O mi maestro Tito Paoletti: asi piensa la tía Queta. Estos enfermos mentales nos van a traer a Martinez de Hoz redivivo o a Cavallo (vivo) de nuevo. 

Si seguimos sin decir nada. Esta vez en serio. Reitero y quienes me conocen lo saben: soy respetuoso y no pretendo que los demás piensen lo mismo. 

Pero no tengo poqué bancarme imbéciles que derraman su peste en situaciones inadecuadas. 

Estoy absolutamente podrido de los comentarios inmundos si no da el marco para los mismos. 

En términos directos y con derecho evidente: solo pretendo viajar y comer en paz.