Reflexiones: acupuntura, destiempo y tempestad

Por Gabriel Fernández *

Llovizna fina; miles de agujas impulsadas por el viento. Curiosa acupuntura natural que, en consonancia con la milenaria práctica china, promueve el adentrarse; poca extroversión, escasa algarada extemporánea. Los resultados no están tan mal, pese al gris imperante: la bruma que se forja cuando el agua se difumina nos ahorra la verba en decibeles inadecuados  y llama a la reflexión.

Los dirigentes de las agrupaciones dispersas que se identifican como CGT han resuelto convocar a una jornada con ollas populares. Al tiempo que receptaron la exigencia social de “hacer algo” contra el plan de ajuste oficial, contrastaron con la justa intensidad de quienes demandan lisa y llanamente paro general y movilización. Es una ecuación lógica para una camada que ya no recuerda porqué está al frente de gremios numerosos y rentables.



Si lo recordaran hubieran reivindicado ampliamente el Proyecto Nacional Popular con presencia estatal, incentivo al mercado interno y consiguiente ampliación de la mano de obra ocupada. La lejanía con sus representados es importante y sus movimientos no son más que el canto del cisne –todo un graznido átono- de un espacio que se renovará en el mediano plazo. Las cartas en ese sentido están echadas aunque los protagonistas no lo vean, quizás porque a la hora de aprovechar el clima y adentrarse, encienden la tele.

Ahora bien, las decisiones que involucran a miles no son adoptadas sólo por la voluntad individual de un puñado de dirigentes. La misma incide, pero no determina. A decir verdad, la victoria macrista impactó hondamente en nuestra sociedad y el rastro miserable del pensamiento que la generó persiste en zonas apreciables. De ahí que la correlación de fuerzas interior brinde un resquicio para la pervivencia limitada de una dirigencia conservadora.

Las cuatro grandes movilizaciones que nuclearon a buena parte del pueblo argentino (24 de marzo, Comodoro Py, 29 de abril y Marcha educativa) identifican al campo nacional y popular y canalizan lo mejor del mismo. Pero cerca del 40 por ciento de la sociedad que respaldó y respalda la gestión de Cambiemos se sintió muy molesta por esas acciones. Debido al éxito relativo del Proyecto Nacional y Popular en el gobierno durante una década, esta franja no siente todavía de manera plena la caída del nivel de vida, y el espacio acuoso que poseen por cerebro insiste en “el estado en que dejaron el país” los consabidos K.

Esa es la correlación que todavía tensiona y evita una protesta en toda la línea, como pretenden los más audaces –y conscientes- segmentos populares. De no ser así, resultaría imposible para Hugo Moyano y Antonio Caló tomar en cuenta el decir de Luis Barrionuevo por encima del planteo de Hugo Yasky. Aunque el gastronómico carece de todo calce sindical, encarna de hecho y sin que sus representados lo admitan, al votante promedio de Cambiemos.

(El votante promedio de Cambiemos es grosero pero ha mejorado su nivel de vida; es estúpido –no sabe de dónde surge el dinero que lleva a su hogar- pero marca diferencias sociales. Es antiperonista a la usanza de “pero esto no es peronismo” y antikirchnerista porque en lugar de molestarle la multimillonaria fuga de divisas oligárquica, le preocupa una módica asignación universal para sus propios compradores y clientes. Barrionuevo enlaza con el kiosquero de al lado, con el taxista quejoso, con el empleado y su celular de última generación, como explicara Narciso Ibáñez Menta. Pero se distancian de él, porque no es de buen gusto.)

Con ese panorama, Cambiemos no tiene futuro. Pero claro, ¡cuatro años! Ahí es donde la necesidad de las regiones humildes y entendedoras del pueblo argentino demandan el apriete del acelerador. La contradicción entre la brevedad de la gestión macrista y la profundidad del saqueo establecido es tan dramática que estas franjas exigen más; pero no siempre mejor. Y ahí está la cuestión lector. Fíjese.

El tema no es qué hace una dirigencia caduca y desprestigiada, sino qué hacen los sectores que van configurando la renovación en los ámbitos sindical, social y político. Lamentar la tibieza de los pronunciamientos de Moyano y Caló en lugar de aprovecharlos y doblar la apuesta con acciones más profundas, denota que todavía no ha llegado el tiempo de la modificación profunda en las referencias nacionales y populares. Falta muy poco, pero hoy no.

De allí que los debates cruzados en el seno del pueblo estén cargados de adjetivaciones y no siempre contengan análisis y propuestas de interés. Mucho traidor, mucho salí de ahí, mucho hijo de puta, mucho cobarde y mucha macana. Sobre todo, mucha generalización que engloba injustamente, desmoviliza y transmite impotencia. Pocas ideas. Pues es ostensible que una olla popular puede derivar en un acto, que una tenue juntada simbólica puede acarrear una jornada de protesta nacional y la misma, derivar en un paro contundente.

Porque el asunto es qué hace uno, no qué hacen los demás. Entendido Uno discepolianamente, como todo un espacio nacional popular que tiene bien clara la deriva catastrófica del gobierno liberal conservador. En realidad, a la hora de dar pasos tácticos con evolución de fondo, resultaría más adecuado preocuparse por cercar el andar de la Unión Tranviarios Automotor que lamentar la perceptible cautela del lejano presidente de Independiente. Sin transporte, un paro general no logra generalizarse.

El tema es filosófico para el peronismo. Si efectivamente la resistencia la concreta el pueblo y sus mejores militantes, evaluar que la misma no se puede desplegar porque un dirigente no la admite, devuelve el poder interno del campo nacional y popular a ese umbral indefinido. Vamos de nuevo con una idea incompleta pero genuina: todo hombre es tan potente como el oleaje que brama bajo sus pies. Con franqueza: la renovación dirigencial y la intensidad de la lucha se desplegarán día a día, a medida que se vaya trastrocando la relación interna de fuerzas en la sociedad.

Este último párrafo no debe ser evaluado cual una invitación a la espera. La determinación y la inteligencia de las nuevas conducciones pueden incentivar la comprensión colectiva si alcanzan el equilibrio entre la presión y la unidad. Avanzar sin derivar en patrulla perdida, contener al conjunto con propuestas firmes. Esto sólo se puede lograr si se admite que Macri –y lo que su turbio ser representa- ganó los comicios del 22 de noviembre; por tanto argumentar que “todo el mundo” quiere un paro general conlleva el error que desemboca en la desilusión.

En realidad el pueblo argentino se ha ido recomponiendo mucho más aceleradamente de lo previsto. La resistencia existe, a sólo cinco meses de aquellas nefastas elecciones configuradas por virtudes ajenas y errores propios. Si miramos a la distancia, buceando en nuestra historia admitiremos que el sólo hecho de protagonizar discusiones sobre si el gobierno antinacional podrá cumplir estos cuatro años que prevé el ciclo institucional, evidencia la profundidad de la capacidad de reacción.

En tanto, el mundo no ha votado a Cambiemos. Este avance parcial de ladrones e imbéciles sobre América latina no se condice con la solidez de las apuestas a los proyectos productivos e inclusivos en los países llamados emergentes. Europa se sigue hundiendo bajo la hegemonía del capital financiero y Estados Unidos encabeza las cifras estructurales a lo Pierre Nodoyuna: nunca le alcanzan para remontar. El Papa Francisco (recordemos: la potencia y el mar bravío bajo sus sandalias) sigue emitiendo mensajes inequívocos.

(El error fue perder el 22 de noviembre pasado. Los responsables no son apenas Moyano y Massa. Por estos pagos hay varios que contribuyeron de un modo u otro a la caída. Gritar y detectar traidores no santifica a nadie. El pueblo está remontando a su manera ese porrazo. Somos parte de ese pueblo. No nos hagamos a un lado con el argumento de ser más combativos.)

La acupuntura tiene una virtud única: genera serenidad, pero no inacción. El ejemplo más claro se vive en las áreas, en la zona de definición por excelencia: tanto el buen arquero como el buen goleador saben que siempre hay un segundo más, un tiempo interno, para llegar justo. La reacción tardía o el apurón físico puede llevarlos al destiempo, al error. El que vive con los nervios de punta no aprecia la cadencia honda del tango; el que sólo valora la música suave se termina adormeciendo, relajando más allá de lo necesario.

Se avecinan tempestades en la Argentina. El hombre de paz descansa bien; bajo su almohada guarda el revólver.

* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica