Dos artículos de La Señal Medios sobre Julio Grondona para reflexionar y debatir con datos en la mano

Carlos Aira y Gabriel Fernandez contrastan con la óptica que muchos lectores han planteado en los últimos días y merecen ser leídos en profundidad.

Sabemos que no constituyen lo que aguardaban quienes ya definieron un juicio terminante sobre el hasta su muerte fuera titular de la AFA. 

Pero así es nuestro equipo periodístico: ayudando a reflexionar, con otro punto de vista.




Grondona: el caudillo de Sarandi

Por Carlos Aira *

Jueves 6 de abril de 1979. El recinto mayor de AFA era una fiesta. Pasadas las 19hs, se llevó adelante una práctica vedada para el resto de la ciudadanía: la del acto eleccionario. Ya había pasado el Mundial. La intervención que comenzó el 24 de marzo de 1976 llegaba a su fin. Treinta y cinco representantes de clubes, categorías y ligas del interior ya habían decidido quién sería el nuevo presidente, del cual se aseguraba sería el mascarón del Almirante Carlos Lacoste, verdadero hombre fuerte del fútbol argentino. Lacoste. Ni Kempes ni Menotti.

David Bracutto había sido el último presidente electo. Titular de Huracán, peronista medular ligado a la UOM. Fue quién le ofreció la dirección del seleccionado al Flaco Menotti. Una vez despejado el llamado aluvión zoológico, aquel horrendo 24 de marzo de 1976 comenzó una guerra intestina dentro de la Junta Militar. El botín era incalculable: la chequera sin fin a la cuenta del Ente Autarquico Mundial 78 (EAM 78). Cuando la Marina ganó la pulseada designó un interventor civil. Era Alfredo Cantilo, hombre de Barrio Norte, íntimo de Lacoste. De excelentes y refinados modales, estaba allí como cara protocolar hacia el mundo. No entendía nada del fútbol doméstico. Finalizada la Copa del Mundo, ya no tenía razones para seguir en calle Viamonte.

Lacoste hizo excelentes migas con Joao Havelange, titular de FIFA. Su figura se hizo omnipresente. Los clubes pretendían al empresario hotelero Rafael Aragón Cabrera como titular de AFA. Un dolor de cabeza para el marino quién veía en el titular de River Plate un peronista duro.  La elección de Lacoste recayó en Julio Humberto Grondona, desde 1976 titular de Independiente. ¿Pero quién era éste dirigente?

Nacido en la mítica Avellaneda de Alberto Barceló. Septiembre de 1931. Año de la dictadura corporativista del General José Félix Uriburu. La ligazón de Julio Grondona con la política nació temprano. Boina blanca y moderación aprendida en comité. Pronto aprendió aquello de saber hamacarse: el 11 de enero de 1957, con solo 25 años, fundó y condujo Arsenal F.C. Los colores no fueron aleatorios. Celeste racinguista. Rojo diablo y una banda que atraía también a los riverplatenses. En tiempo record, sólo cuatro años, pasó de Aficionados a la vieja B. Tiempos de trabajo en el mítico corralón familiar de materiales y de activa participación en el club de sus amores juveniles: el Club Atlético Independiente.

Los años setenta fueron vertiginosos. No sólo en lo político y social. Independiente fue el gran club de aquellos días. Un modelo de gestión que tuvo como figura a José Epelboim. Fue Julio Grondona quién lo relevó en 1976. Sagaz superviviente de mil batallas en las arenas políticas del ascenso, cuando se le abrieron las puertas de Viamonte 1366 comprendió el mundo que se le avecinaba. Simultáneo presidente de Arsenal e Independiente, la intervención lo designó custodio de su caja chica.

Apenas pasadas las 20hs, el nuevo presidente se dirigió por primera vez como titular de la Casa. Levantó la cabeza y dijo: “Estoy muy emocionado. Este cargo no es sólo mío si no de todos los dirigentes del fútbol”. 6 de abril de 1979.El Caudillo de Sarandí tomó el control. Nadie esperaba lo que se vendría en los próximos treinta y cinco años.

Quienes creyeron aquella noche que Julio Humberto Grondona era un dirigente limitado, títere de Lacoste, pronto se dieron cuenta del error. Más allá de su filiación radical, Don Julio hizo honor a Juan Domingo Perón con una política contenedora y pendular admirable. Esa muñeca le sirvió para sacar de concurso a César Luis Menotti, herencia no querida, y colocar allí a un entrenador de su cuño: Carlos Salvador Bilardo. 

Grondona primereó a sus correligionarios. En diciembre de 1983, apenas restaurada la democracia, le soltó la mano al Vicealmirante Lacoste. Tomó la delantera en materia de Derechos Humanos al denunciar las graves irregularidades del EAM 78. Obligó a la FIFA a pedir la renuncia del marino. Se adelantó dos años al juicio a la Junta.

Estratega. Grondona continuaba su vida familiar. Sin lujos ostentosos. La misma casa. El mismo corralón. Viajes en clase turista para él y el seleccionado. Si a Barceló se lo encontraba todas las tardes en el mismo bar de Avenida Mitre, a Julio se lo hallaba la misma Estación de Servicio de su propiedad. El negocio de la nafta le hizo vivir un mal momento que sorteó gracias a su muñeca. En 1981 su hijo Humberto Mario fue secuestrado por espacio de diez días. El asunto nunca tomó luz.

Su muñeca, propia de un caudillo con mucho paño que conoció el barro, le permitió acumular poder cuando los muertos en nuestras canchas se contaban de a docenas. Luego del asesinato del adolescente Adrián Scaserra en cancha de Independiente (7/4/1985) una multipartidaria encabezada por los diputados peronistas Miguel Unamuno y Héctor Maya, con el aval del Secretario de Deportes Osvaldo Otero – futuro presidente de Racing Club – avanzó sobre la intervención en AFA, logró resolver el problema con más política: fue el propio Grondona – con fondos de AFA – quién instó y financió la investigación del entonces senador Fernando De la Rúa en Inglaterra por espacio de tres meses.

La Ley de Espectáculos Deportivos – la famosa Ley De la Rúa – fue promulgada con bombos y platillos recién el 26 de marzo de 1993. La misma no dio abasto y abrió un negocio inmenso: el de los organismos de seguridad. Dos décadas después de su promulgación, el espíritu de la ley duerme el sueño de los justos: en nuestro fútbol de ascenso no existe el concepto de hincha visitante desde 2007. Desde 2013 tampoco en primera división.

Trece presidentes gobernaron la nación entre aquel 6 de abril de 1979 y el 30 de julio de 2014. Militares, radicales, peronistas, Carlos Menem. Su juego pendular le permitió jugar el juego de los ultra-liberales en los noventa. Cuando los dirigentes de los clubes grandes amenazaron con una AFA paralela y un campeonato de pocos – la llamada Liga Profesional – Don Julio volvió a tomar la delantera: campeonatos cortos, dos por año. Campeones y emociones. Fue el presidente del fútbol codificado. Un negocio que le pertenecía al grupo TELEFE y que por arte de magia terminó en manos de Torneos-Clarín. Torneos, socio de AFA desde 1983, tendrá un rol fundamental.

Luego de aquel Racing-Mandiyú – septiembre de 1991 – primer partido codificado, nada será igual. Contra la creencia popular, Grondona fue fundamental contra la avanzada privatizadora del fútbol argentino. Los gerentes de torneos, formados en el show-bussiness yankee chocaban contra la lógica del Caudillo. Don Julio vetó las privatizaciones cuando los activos de la patria ya habían sido entregados. Mauricio Macri tragó bilis cuando no pudo comprar al Deportivo Español, renombrarlo Deportivo Mar del Plata, y tener su plaza de primera división. Año 1993.

Intrigas. Muchos presidentes de clubes fueron alentados por el menemismo para quebrar el poder de AFA. Daniel Lalín lo intentó. Fernando Miele desde San Lorenzo. El impresentable diputado Roberto Cruz con Mandiyú de Corrientes. Los tres clubes terminaron muy mal. Francisco Ríos Seoane, en Deportivo Español. Grondona mantuvo un enfrentamiento frontal con Pistola Gámez, titular del Vélez campeón de todo. Por aquello de las apariencias, Vélez nunca fue perjudicado. En una entrevista a la revista El Gráfico, Don Julio declaró: “Conmigo descendieron San Lorenzo, Racing, Rosario Central y Huracán. Salieron campeones Ferro, Argentinos Juniors, Newells, Vélez. No hay mayor transparencia que eso”.

Mauricio Macri estuvo al borde del KO en 1997. Joven y arrogante, en una reunión en AFA declaró: voy a ser el presidente de la República antes de los cuarenta años o soy un fracaso. Julio Grondona lo cacheteó hasta que alguien fue a pedir clemencia. Franco Macri, socio de Julio en el negocio de la construcción, invitó un lluvioso domingo de junio de 1998 al presidente de AFA a una partida de bridge en Palermo Chico. Mauricio Macri tenía apalabrado a Daniel Passarella para reemplazar al Bambino Veira en la conducción técnica de Boca Juniors. Luego del Mundial de Francia, la sucesión lógica del Gran Capitán debía ser Carlos Bianchi. El Virrey no tenía el visto bueno de Julio. Fue quién le dijo: “hablá con el pendejo boludo, decile que no siga haciendo pelotudeces, y que lo contrate a Bianchi si quiere salir campeón”.

La sinuosa relación entre Julio Grondona y Diego Maradona merecerían ser parte de la trama de una novela. También sus negocios ligados a la construcción de estadios desde aquel 1979. En este resumen han quedado afuera decenas de aristas en la vida de Julio Grondona. Es imposible ahondar en todas ellas. Pero la muestra más clara de su poder real la dio en agosto de 2009. Cuando el grupo económico Clarín, luego de la derrota electoral de Néstor Kirchner, se agazapaba en la zancadilla del ejecutivo nacional, fue quién motorizó el Fútbol para Todos, un contrato de televisación de inusitadas características. Tan sólo un animal político como Julio Grondona podía llevar adelante una jugada que descubriera las fragilidades del poder de Clarín.

En su anular derecho, extensión de su muñeca prodigiosa, lució un anillo de oro macizo, regalo de Noray Nakis, joyero y sempiterno presidente de Deportivo Armenio. El sarzo tiene tallada la frase “todo pasa”. Incluida su vida. Propia de un caudillo de los de antes. 

* La Señal Fútbol / Area Programación de Radio Gráfica




Grondona: Claroscuros. Un realizador

Por Gabriel Fernández *

Es lógico que Julio Grondona levante polvareda. Tantos años al frente de la Asociación del Fútbol Argentino, en un país futbolero y con protagonismo internacional, tantos años en la Federación Internacional del Fútbol Asociado, donde se maneja un poder intenso y abarcativo, no pueden dejar sino una estela de polémicas y consideraciones variadas.

Hay que observar el panorama de todo el período para entender. Y también admitir que existen dos miradores básicos, ambos legítimos, que tienen sus razones para verter opiniones contundentes. Está la mirada situada fuera del mundo del fútbol, y aquella imbricada con los callejones propios de la actividad. Hoy, ambas contrastan.

En el primer caso, se pone en la balanza las acusaciones contra la FIFA por lavado de dinero, control discrecional de su autoridad, imposición de normativas más allá de cualquier consenso. También, la predisposición del dirigente argentino de acordar sin más ni más con el gobierno que fuere, más allá de su orientación política, económica y cultural.

Aquí se condensan las imputaciones con una confusión acerca del estilo de conducción: Grondona, como tantos, bordea los conceptos de “Padrino” y “Caudillo”. Y si bien le calzan como guante, es preciso señalar algo que modifica cualquier interpretación. El vinculado a la obra de Mario Puzo tiene la carga adjetivacional negativa que los norteamericanos brindan a todo intento asociativo, en tanto el concepto de raigambre hispanoamericana se configura en elogio de un liderazgo.

Desde el universo futbolero –al cual pertenecemos quien esto escribe pero también el autor del artículo precedente, sin por eso dejar de lado nuestras prioridades políticas- el asunto tiene otros elementos significativos. El fútbol argentino puede mostrar, desde hace años uno de los mayores números de torneos infantiles y juveniles del mundo, con jugadores federados y controlados médica y alimentariamente, en todas sus divisionales.

Como todos están habituados a esto, nadie lo visualiza. Pero desde primera A hasta la D, y todas las variantes del torneo Argentino, dan cuenta de instituciones modestas que cuentan con planteles completos entre el piberío nacional. Esta enorme obra social práctica fue impulsada por la AFA en tiempos de crisis y eclosiona hoy con mejores condiciones generales.

El impulso de la AFA tuvo varios responsables concretos: en cada institución, dirigentes, técnicos, preparadores físicos, médicos, asistentes de distinto tipo que, sin los recursos adecuados, pusieron el hombro para sacar adelante generaciones que de otro modo se hubieran hundido en otras actividades. Lo cierto es que en la Argentina miles y miles de pibes juegan al fútbol y entrenan con rigurosidad, lo cual brinda un alejamiento natural de situaciones muy complejas.

En cuanto a los clubes de primera división, el ciclo comandado por Grondona mostró un quiebre con respecto a la previa hegemonía de los “grandes”. Hasta su arribo, algunas excepciones hacían historia por romper circunstancialmente ese comando; en este tramo reciente, en lugar de dos instituciones, no menos de 15 tuvieron la posibilidad de prepararse y sostenerse adecuadamente para pelear los campeonatos locales y trascender internacionalmente.

Así, el fútbol argentino dejó de lado un modelo binario que parecía irreemplazable y ya tornó anodinas las competencias española y uruguaya –por sólo brindar algunos ejemplos diferenciados- donde sólo dos conjuntos lidian con aspiraciones mientras unos 20 equipos se configuran en espectadores privilegiados. Al concluír estas línea hallamos un texto coincidente de Enrique de la Calle en la Paco Urondo: “Grondona construyó el fútbol más democrático del planeta, en relación a distribución de ingresos y títulos. Y lo hizo en un contexto mundial que tiende a la concentración en pocas camisetas de ambos ítems”. Añadimos la mención, porque lo vale.

Esto se debió a que el manejo de los recursos efectuado por Grondona, lejos de ser discrecional resultó equitativo, con tendencia a beneficiar a las instituciones menos relevantes. Estemos atentos: a partir de ahora, una lucha por la hegemonía interna en la AFA puede derivar en un nuevo tramo de empobrecimiento general y el resurgir único de los más promocionados.

En este marco, futbolístico, cabe mencionar el gran baldón de suscribir el acuerdo elitista con TyC para la transmisión de los partidos, y su contracara, el gran acierto de romper ese pacto, tiempos nacionales y populares mediante, para abrir el juego hacia Fútbol para Todos, una de las grandes creaciones culturales oficiales del presente.

Por todo esto y por bastante más, la figura de Julio Grondona supervivió todo este tiempo. Resultó un caudillo  genuino, con los claroscuros que ofrece este tipo de liderazgo. Es difícil de atisbar desde una posición que considera que “armar muchos partidos es pan y circo” sin ver el significado hondo de una práctica deportiva organizada y masiva en el orden nacional. Si no todo lo que reluce es oro, hay que saber aguzar la vista para entender que detrás de la niebla, a veces, hay algo de luz.

* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica