Hipótesis sobre el futuro
Por Gabriel Fernández *
Es posible que el candidato presidencial 2015 del movimiento nacional encarnado en el kirchnerismo sea el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli. Esto no ha sido definido ni mucho menos, pero el hombre en cuestión está largando en punta, condensando su perfil sobrio de tono conservador con su pertenencia a un gobierno nacional que ha impulsado el crecimiento económico; despliegue asentado en las luchas populares que quebraron el neoliberalismo.
Suponer que Scioli ignora que ese rumbo productivo lo habilita en la actualidad a aspirar a la presidencia es menoscabar su astucia. Suponer además que desconoce el caudal de votos que le aporta un eventual respaldo kirchneriano es, directamente, evaluarlo como monigote. Por tanto, si uno se sienta a reflexionar un rato, puede colegir que: si Scioli es candidato, tendrá que acordar con la actual gestión nacional y su conducción estratégica la continuidad del camino. Sin PBI no hay votos; sin paritarias y planes sociales no hay PBI.
Ahora bien, tampoco es cuestión de creer que la cúspide del kirchnerismo simplemente confía en el anhelo de autopreservación del mandatario bonaerense. Probablemente busque instancias de poder adecuadas para que, en el ciclo que se abriría a partir del año venidero, se pueda garantizar la persistencia del rumbo que llevó a nuestra Nación a Ganar una Década. Esas zonas de poder concreto pueden plasmarse de varias maneras: algunas de las que deben estar evaluándose han de ser audaces; otras, un tanto más formales. Todas, claro, asentadas en la voluntad popular expresada democráticamente.
Para que todo esto resulte viable es preciso lograr que la economía argentina retome su andar creciente. Tal perspectiva bien puede hacerse realidad en el semestre venidero, cuando los incrementos salariales pactados por todos los gremios, en compañía de una mejora en la asistencia y las jubilaciones , motoricen un mercado interno que a pesar de las presiones, se ha mantenido vital. Tan es así que ni siquiera las movidas dolarizadoras y el intento de quebrar la dinámica a través del alza de precios resultaron exitosos.
Aunque el mundo tiene grandes problemas, ha mejorado el trato argentino con Estados Unidos y Europa, mientras se sostienen los acuerdos en el Mercosur –Brasil deberá esforzarse para mejorar un desarrollo que hoy presenta nubarrones-, y se potencian vínculos con Rusia, China y otras regiones. Es decir, lejos de la propaganda, nuestro país ha logrado desandar el aislamiento en que lo sumió la hegemonía del capital financiero y los lineamientos editoriales del diario La Nación. Sin embargo, todo tiene su complejidad.
Pese a los notables éxitos marcados, nuestra economía aún tiene por delante la resolución de asuntos trascendentes como la elaboración local de los eslabones faltantes de la cadena productiva, la mejoría en la distribución de la tierra, la moderación de la concentración empresarial y la reforma del esquema financiero, entre otros aspectos. Como no será Scioli quien avance en esa dirección, es probable que el desarrollo argentino continúe sin profundizarse; lo cual en modo alguno, por lo expresado antes, tiene porqué derivar en un ajuste o un retorno al neoliberalismo.
Claro está, este panorama hipotético puede borronearse y devenir en algo más interesante aún si, por ejemplo, precandidatos como Sergio Uribarri o Florencio Randazzo, aunque quizás Coqui Capitanich, zarpan raudamente hacia la cúspide de los sondeos. Es amable suponer que una gestión liderada por alguno de ellos, con el contralor general del movimiento nacional y una serie de sólidos acuerdos provinciales, llevaría al país a resolver aquellos dilemas que quedan en la columna del Debe. Esta perspectiva dista de resultar imposible; sin embargo, los datos presentes brindan crédito a la visión antedicha.
Como se verá, aunque se prefiera a tal o cual opción, en modo alguno la Argentina se debate entre un eventual triunfo liberal – conservador y una continuidad nacional – popular. Este último polo de la contradicción sigue ganando la partida. Es pertinente sin embargo, precaverse de las campañas que repercuten sobre la “opinión visible” y laborar con más densidad en los archipiélagos oscuros de nuestra sociedad. Para ello, y como última condición hacia un desenvolvimiento razonable de los acontecimientos, no está demás advertir que el gobierno actual necesita una modificación en su pautas comunicacionales para que los “bobos” al decir de la presidenta de la Nación, dejen de tener altavoz sobre todos y cada uno de los problemas del país.
Una de las grandes premisas planteadas por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es la canalización y el emerger de otras voces. Bueno, para eso hace falta dinero, pues sin pertrechos adecuados no hay difusión. Lo que sí consiguen aquellos medios es fatigar y generar inquietud sin datos relevantes al alcance de la mano. Un pie de página para los amigos kirchneristas: además, si de lo que se trata es de mantener a Scioli dentro del cauce nacional, y si se va a buscar el modo institucional de lograrlo ¿no sería mejor dejar de financiar a quienes con recursos del Estado lo alientan a despegarse del acuerdo y virar hacia el liberalismo-conservador represivo sin más ni más?
La naturaleza de las cosas lo arrastra hacia dentro del modelo industrial; y aunque como dijimos el hombre no es tonto, la gestación de un clima artificial puede hacer mella en ese decurso. Distraídos en razonar la inmortalidad, hemos dejado avanzar la tarde sin encender la lámpara. En definitiva: no hay motivos de fondo que eviten una victoria del movimiento nacional y popular en el 2015. Es saludable saberlo; es deseable evitar que surjan del propio espacio.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.