Ahora se lee
más y se juega mejor
Por Gabriel
Fernández *
Vamos a entrarle a
dos debates cruzados en el mundo del periodismo, alejados parcialmente de las
controversias editoriales y situados en un plano que, a falta de mejor
expresión, denominamos profesional: ¿Se lee más o menos? y ¿Qué se lee?
En ambos casos contrastamos
las respuestas habituales. Creemos que se lee más, y consideramos que la
calificación de las lecturas merece una fuerte dosis de respeto hacia los deseos de quien se
aproxima a un texto. Al final, hemos de incorporar una variable filosa.
De dónde sacamos semejantes ideas: básicamente,
personas que no tenían el habito de consumir libros, revistas o periódicos,
necesitan leer en la web. Se trata de una necesidad social con un rasgo
integrador indirecto. Quienes ya disfrutaban ese placer, lo siguen haciendo, y
tienen acceso a más cantidad de material que el ofrecido por los soportes de
papel.
A partir de ahí surge la cuestión de los
contenidos, básicamente debido a la curiosamente vulgar objeción acerca de “las
cosas que lee la gente”. ¿No gustan a tal o cual colega? Bien, pero ya están en
el mundo de la lectura. ¿Eso no es lectura para los docentes de Sociales de la
UBA? En principio, qué importa, y luego, a partir de allí, es posible dado un
universo compartido, trabajar adecuadamente para ofrecer otras opciones.
Hay varios puntos a considerar en esa dirección.
Uno es directo, y si bien vale para toda la comunicación (de hecho la frase que
tomamos fue pensada para los soportes tradicionales con contenidos de
orientación popular), tiene singular vigor en el planeta web.
El periodista Néstor Basile indicó al escritor
Rafael Ton, según éste nos cuenta en su bello y sentido libro La Patria
Gimnasista, que a la hora de elaborar una publicación “nunca seas sectario, con
la revista fijate que no sea una publicación para cincuenta que piensan igual,
abrí el juego, usá la tapa, el fútbol y las figuritas (así le decía al poster)
para que entre cualquiera, lea el contenido y algo le quede”.
Para situar al lector digamos entre otras cosas que
Néstor se percibía dentro de una tradición periodística que involucraba entre
otros a don Osvaldo Ardizzone. ¿Nos sigue? Y luego hay otro aspecto que podemos
abordar a través de un ejemplo externo a la dimensión profesional.
Es clásica la aseveración futbolera sobre un juego
pretérito de mayor calidad. La misma se asienta en la presunta mayor capacidad
técnica de los jugadores que transitaron nuestras canchas entre los 40 y los
60, aunque a medida que corre el tiempo se insertan evocaciones de talentosos
de los 70 y los 80.
Aquella indudable capacidad de manejo que oscurece
el fútbol presente, no da cuenta de un factor singular: el esquema que otrora
se llamaba pressing, destinado a abordar algún partido difícil en particular,
hoy es el diseño que automáticamente adoptan todos los equipos al perder el
balón.
Esto significa que quien recibe, en lugar de
disponer de dos o tres metros en su derredor para dominar, administrar y
eventualmente gambetear o pasar la pelota, hoy tiene dos marcadores a un metro
de distancia y uno o más listos para apremiar un eventual desmarque.
¿Y qué tiene que ver con la lectura y el
periodismo? Fíjese y piense un poco. Lo que ha surgido en el fútbol argentino a
raíz de esta nueva intensidad táctica, es la habilidad a alta velocidad que
permite resolver, sin vistosidad pero con eficacia, situaciones apremiantes e
imperceptiblemente complejas.
Volvemos a la comunicación: la brevedad, la
síntesis –de por si características en casi todos los soportes de 20 años al
menos a esta parte- al radicalizarse a través de la web, exigen la resolución
eficaz del desafío comunicativo con mayor celeridad y menor espacio expositivo.
Esto viene promoviendo el emerger de un nuevo tipo de talento, lo cual es
distinto a la pérdida de capacidades.
Para entender el panorama presente y futuro es
preciso estallar el elitismo que implica mitificar la extensión de un material
al punto de presentarlo como más “noble y profundo” en detrimento del impacto
que puede implicar la transmisión de una información, pero también de un
concepto analítico, con hondura y contundencia a la vez.
Vamos con variantes porque el periodismo, como se
sabe, abarca demasiadas temáticas: cada una tiene su medida, y es preciso
desligarse de apremios para elaborar un texto con la respiración, el tono, el
clima indicados; es pertinente que el periodista sepa, como el jugador que
recibe marcado pero igual se lanza a la creación, que debe buscar el modo de
atrapar al lector – oyente – espectador web para que se adentre en los
contenidos.
Aunque este punto puede parecer evidente para
algunos colegas, creemos que no encuentra aún su carta de ciudadanía debido al
prestigio arcaico de las elaboraciones presuntamente sesudas (se suda, se suda,
cuando hace calor, han dicho los Les Luthiers). Es decir, el periodista
necesita otro tipo de habilidad, más concentrada pero no por ello con menor
volumen de juego.
Y nos permitimos entonces una ofensa para amigos
que identifican la extensión apalabrada de un material como una garantía de
profundidad: esta nueva exigencia que plantea profesionalmente la web, nos
ahorra una considerable cantidad de parrafadas insustanciales, presuntuosas y
abusivas.
Probablemente nos estemos librando de varios
calesiteros que pretendían jugar como Pedernera pero sólo contribuían a
ralentizar el tránsito en el medio juego, donde circula el nudo de la historia.
La contradicción, rica, persistirá. Se desplegará
con el tiempo y por largo rato veremos crecer figuras de baja tonalidad pero
verba farragosa (el caso Forster es un ejemplo, nadie lo lee ni sabe lo que
piensa pero todos dicen que es muy inteligente).
Sin embargo, a medida que la calidad de un nuevo
periodismo se imponga, los soportes a disposición permitirán combinar una serie
de elementos enriquecedores según gustos y necesidades de los lectores, lo cual
puede contribuir a informar y reflexionar con mayor hondura, paradójicamente,
sobre asuntos variados, algunos de importancia central.
Finalmente el lector dirá: che, pero este texto es
“largo” para la web. Nunca dijimos que un material “corto” contenga virtud en
sí mismo. Señalamos que la clave es atrapar al navegante para que se adentre en
el contenido, considerando el formato que lo acompaña día a día. Y si es
preciso, rompiéndolo también. Porque el misterio está, de vuelta, en la
creación en velocidad; para ayudar a pensar, esto es, a jugar con placer y
eficacia.