Por Rodolfo
Walsh
En la política económica de ese gobierno debe buscarse no
sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a
millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los
trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%,
elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta
familiar11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en
los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los
precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de
reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando
horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con
300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los
comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar
los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados
que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.
Los resultados de esa política han sido
fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha
disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido
prácticamente en las capas populares.
Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera
el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades
como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras
trepan hacia marcas mundiales o las superan.
Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el
presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares,
suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos,
profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos
sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires
para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa
miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros
sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas,
millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan
los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el río más grande del mundo
contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz
arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que
ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a
las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortutunados.
Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza
a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del
circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en
la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la
fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y
protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola
crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a
la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y
Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal,
doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un
obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto
se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban
que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la
muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde
la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional
según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o
Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios
a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo
selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las
automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el
ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producción
animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por
Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por
su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos
pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser
baratos".14
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en
una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el
doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana
duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la
especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya
calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía
a acabar con el "festín de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el
crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la
Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de
expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los
aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en
la Argentina.
Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los
apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio
de intereses foráneos, cuál es la ideologia que amenaza al ser nacional.