Reflexiones tras la elección en Venezuela
Por Gabriel Fernández
Director de La Señal Medios
En principio:
sabíamos que ganaba Hugo Chávez; y así lo señalamos. Un país que en los albores
de la Revolución Bolivariana padecía una miseria superior al 60 por ciento de
la población, y en el cual un puñado de empresas se quedaba con una gigantesca
renta petrolera, no podía sino ratificar el rumbo de una gestión que logró
alimentar al conjunto y extender la salud y la educación hacia la totalidad del
territorio.
Las dudas que se
suscitaron en algún momento, originadas en distorsiones planteadas por la Consultora
Varianza y reproducidas por ABC de España y Clarín de Argentina, no tenían más
asidero que el intento de, una vez conocidos los resultados, objetar la
transparencia de uno de los sistemas electorales más nítidos y eficaces del
planeta. El desprestigio queda para esas tres empresas, la victoria para el
“dictador”.
Luego: entre todos
los gigantescos aciertos del chavismo, el error de pretender sintetizar un
movimiento en un partido (el PSUV) evadiendo el despliegue de direcciones
surgidas en las bases y sujetándolas a referencias artificiales designando
funcionarios, se pagó tenuemente con el desgajamiento de quienes rumian sin
hacer alharaca. Pero estas fuerzas, y la confianza de las masas en la
dirigencia media, deberían ser objetivos a recuperar en el próximo ciclo.
Ligado a ello,
también habrá que desbloquear la contradicción latente en una economía con
presencia estatal pero con un lugar enorme para la empresa privada y un
discurso socialista radicalizado que no da cuenta de la gran obra concreta
llevada a cabo. Golpeada durante décadas por la propaganda antipopulista, la
izquierda latinoamericana desconfía de un tercerismo que es, en verdad, lo que
se está construyendo en Centro y Suramérica.
Los caminos
emprendidos por los países más prominentes de la región (Argentina, Brasil,
Venezuela, Bolivia, Ecuador) combinan una fuerte intervención estatal con un
espacio creciente para los emprendimientos sociales y una persistencia de la
lógica de acumulación privada que ninguno de sus líderes cuestiona seriamente.
Es un sendero correcto para este período, y por lo tanto no debería avergonzar
a quienes lo llevan adelante, como si aún estuviéramos sumergidos en la vieja
antinomia Reformismo – Revolución.
Hace más de una
década planteamos, desde el mensuario De mano en mano que editaban los jóvenes
de El Mate, preludio de La Señal como publicación, que el ciclo que se abría
estaría orientado por la conjunción, y no la división, de las cuatro
contradicciones: liberación – dependencia; explotados – explotadores;
democracia – autoritarismo; inclusión – exclusión.
Es decir, aquellos
elementos que durante mucho tiempo los revolucionarios consideraron maquillaje,
se integrarían –como lo están haciendo- a sus planteos y construcciones en un
más avanzado y comprensivo, más maduro en suma, proceso de transformación de
fondo. Este proceso que hoy estamos viviendo, no exige a los pueblos un
continuo todo o nada, sino que se sumerge en la tensión deseos-realidad con una
sana intensidad.
Y bien: a partir de
allí, la victoria chavista en los comicios venezolanos ratifica lo mejor del
rumbo latinoamericano. Le brinda aire a quienes necesitan tener las espaldas
cubiertas por el principal propietario de reservas petrolíferas del mundo. Y la
determinación de un jefe resuelto y políticamente lúcido. Quien a su vez recibe
el respaldo de aquellos que, con imagen y gestos más moderados, controlan los
ataques que el imperio anhela descerrajar.
El Unasur ampliado
funciona como un gran movimiento plurinacional donde cada cual cumple un rol
trascendente.
Este camino de
unidad regional (vanguardia, a la luz de las dificultades de la Unión Europea
en el tramo de continentalización internacional) logró este domingo un re
impulso, tras haberse topado con un gran “lomo de burro”: el golpe en Paraguay.
Porque además de los rasgos geoestratégicos marcados con antelación, América
latina precisaba esta dosis de confianza asentada en un éxito político de
magnitud para continuar su rumbo sin desacelerar.
La combinación del
PBI de Venezuela, Brasil y Argentina, es representativa de una potencia
mundial. Con la sumatoria de naciones políticamente desarrolladas como Uruguay,
de poseedores de riqueza hidrocarburífera como Bolivia y Ecuador, de quienes
tienen una tradición influyente en América Central como Cuba por historia y
presente, y Nicaragua por su ejemplo de construcción, entre otros, acecha como
algo muy serio.
Hay desafíos que,
más que pendientes, se basan en el análisis del decurso humano y su resolución
guarda vínculo con la capacidad de los gobernantes para actuar con inteligencia
y claridad: China, Rusia, el mundo islámico, México, el Sur europeo. Pero eso
es parte de otro análisis, aunque está directamente relacionado con el
potencial de nuestra zona. El norte ya no es un Gran Norte; es un lugar con
poder, que no congrega Todo el Poder.
Las humildes,
saqueadas y castigadas naciones latinoamericanas están construyendo Su Poder.
El triunfo de Chávez es un paso decisivo en esa elaboración. Un planeta
convulsionado nos espera en el mediano plazo. Uno mejor, está naciendo.