Los desafíos son: Eslabones faltantes en la
industria, tierras y finanzas
Hasta
ahora, el kirchnerismo en sus versiones Néstor y Cristina se ha caracterizado
por evolucionar sobre las dificultades. Cada vez que recibió apremios y
exigencias de los poderosos, en lugar de conceder y retroceder, avanzó hacia
soluciones que derivaron en mejores condiciones económico sociales e
institucionales para los argentinos.
Por Gabriel
Fernández *
Termina un año transicional y está por arrancar un
tramo de definiciones. El pueblo argentino, pese a la algarada mediática,
intenta mirarse hacia dentro y caracterizar el panorama. ¿Vamos bien? Aquí
recorreremos algunos aspectos que contribuyen a responder el interrogante y
proyectar inquietudes.
En principio, aunque surjan voces oscuras, la
admisión de la progresividad de la Década que está concluyendo es admitida y
palpable. Todos sabemos, hasta los que patalean, que el país está muchísimo
mejor que en el tramo final del neoliberalismo situado –emblemática y
prácticamente- en diciembre del 2001.
Hoy la Argentina es un país institucionalmente
estable, con censos, elecciones y funcionamiento general que avalan ese
diagnóstico. Las movidas policiales recientes no alcanzan para desmembrar el
cuadro, aunque sí configuran advertencias. El Poder Judicial sigue siendo el
rincón más oscuro y no democrático de la democracia.
Por eso, una de las tareas pendientes es
reestructurar integralmente esas dos instancias sólidamente ligadas: jueces y
milicos, que cuentan para sus demandas sectoriales con herramientas de una
intensidad que el resto de los trabajadores y sectores carecen, y poseen
autoridades despegadas de la participación ciudadana con capacidad electiva.
En un terreno menos institucional y más político,
las grandes vertientes tendrán que definir con nitidez, en los meses venideros,
qué anhelan hacia el 2015. Básicamente el radicalismo y sus aliados del Frente
Progresista Cívico y Social, aunque también –veremos porqué- el kirchnerismo,
ya que la nueva transición está terminando.
Vamos con otros elementos, a vuelapluma: la
continuidad de la imagen positiva de la presidenta es un capital valiosísimo;
el énfasis en los derechos humanos ha proporcionado una base de legitimidad
apreciable; la designación de Jorge Bergoglio como Papa configura un reaseguro
para la afirmación nacional ante el mundo; la continuidad trabajosa del Unasur
es importante pese a los nubarrones; el rol jugado en el G 20 y en la ONU
brindó un arco de ligazones con gran potencial.
(Digresión para pedir
deseos en el brindis: una Cancillería liderada por Héctor Timerman para
afrontar los asuntos internacionales, y un desdoblamiento con Jorge Taiana para
ocuparse muy a fondo del necesario hilván latinoamericano, como ya lo hizo
durante la gestación del Unasur. ¿Por qué no?)
Y un dato que enoja a los economistas de toda laya
(de toda): las crisis económicas internacionales han sido históricamente muy
bien aprovechadas por el pueblo argentino y sus corrientes nacionales y
populares. Aunque no lo parezca, sabemos mirar el mundo, mientras otros apenas
lo admiran.
A esta altura el lector se preguntará qué queremos
decir en realidad con esto del clivaje. Vamos a los bifes: la Argentina creció
debido a un decurso nacional y popular que se asentó en la movilización social,
el primigenio equilibrio de precios internos y externos, la moratoria que
permitió negociar la deuda en mejores condiciones, y las medidas esenciales
adoptadas a partir del 2003.
Esto es: presencia del Estado en la economía,
paritarias, planes sociales, alzas jubilatorias, créditos y subsidios para el
tercer sector y la producción, y sus derivaciones virtuosas en el mejoramiento del
consumo y la creciente en comercio e industria. Asimismo, la recuperación de
empresas nacionales y el vínculo con países que hasta no hace mucho merecían
caracterización periférica, apuntalaron ese rumbo.
De allí se desprenden las definiciones que deberán
adoptarse a lo largo del 2014. El crecimiento se desarrolló con numerosos
eslabones faltantes en la cadena productiva, lo cual relaciona
excesivamente a nuestra economía con los
insumos externos y complica el manejo del cambio, al tiempo que restringe
posibilidades laborales interiores.
Además, este progreso se desplegó sin transformar
el esquema de propiedad territorial, lo cual abre dificultades a la hora de
diseñar una política agroindustrial potente y “de paso” limita las perspectivas
de rediseño integral nacional a partir de planes de vivienda que puedan formar
parte de nuevas poblaciones instaladas estratégicamente.
Los eslabones faltantes en la cadena productiva
industrial y las extensiones territoriales que generan producción de bajo valor
agregado originan, junto a los dilemas antes planteados, dificultades para el
control de los precios internos. Y si bien no hay hiperinflación ni nada que se
le parezca, sí se registra una creciente que lima los grandes logros paritarios
y sociales.
Vamos al detalle: no es cierto que los saqueos
recientes estén únicamente asentados en quienes “ahora” desean plasmas. Ante la
oportunidad, muchos volvieron a buscar, simplemente, alimentos. El hecho de
vivir en un país que ha mejorado más que el resto del continente –una verdad
que sólo la izquierda zonza niega- no implica que ya se pueda hablar de “hambre
cero”.
Y –simbólica y prácticamente- esas situaciones
sociales acuciantes se observan en regiones en las cuales inmobiliarias y
sojeros han puesto su ancha pata por encima de la sociedad. Por tanto, es
preciso preguntarse si no hay que avanzar resueltamente, en este nuevo tramo,
sobre tales poderes, hilvanados por corporaciones financieras delictivas (2001)
y sólidas.
¿Puede el Proyecto Nacional y Popular encarnado en
el kirchnerismo lograrlo? Una respuesta rápida, arbitraria pero esclarecedora:
más le vale, porque el retiro de Miguel Miranda en beneficio de Gómez Morales,
y de Gelbard en decurso hacia Mondelli – Rodrigo, dan cuenta de las secuelas
que puede originar un tapón en el embudo.
La designación de Axel Kicillof y el
retiro de Guillermo Moreno en áreas diferentes aunque ligadas implica, hasta
ahora, una visión inversa a la que orientó aquellos controversiales ejemplos.
Bien podría ser –confiamos- que en esta ocasión la conducción política del
pueblo argentino haya optado por apretar el acelerador en la dirección
correcta, mostrando capacidad de aprendizaje.
¿Exceso de optimismo? Hasta ahora, el kirchnerismo
en sus versiones Néstor y Cristina se ha caracterizado por evolucionar sobre
las dificultades. Cada vez que recibió apremios y exigencias de los poderosos,
en lugar de conceder y retroceder, avanzó hacia soluciones que derivaron en
mejores condiciones económico sociales e institucionales para los argentinos.
Ese andar le permitió a esta singular vertiente
nacional – popular, sostener el gobierno por una década y mostrar este
diagnóstico favorable con el cual arrancamos el texto. ¿Porqué modificaría el
estilo frente a los desafíos venideros?
Si repasamos las decisiones económicas adoptadas
por las dos administraciones de este Proyecto, vamos a encontrar una secuencia
de acciones orientadas por el coraje político y el interés de fondo de las
masas populares. Muchas de esas demandas, como otras de orden cívico,
resultaban apenas banderas utópicas en tiempos recientes. La concreción de
anhelos históricos de nuestro pueblo brinda, necesariamente, un justo crédito
de confianza al kirchnerismo.
Las corrientes sindicales y sociales oposicionistas
se vienen reduciendo proporcionalmente a su alejamiento del gobierno. Hugo
Moyano y Raúl Castells podrían coaligar fuerzas sin quebrar su aislamiento. Los
dirigentes moyanistas (Omar Plaini, por caso) se suman a variantes liberal conservadoras
y –automáticamente – son rechazados en sus gremios. Pablo Miceli es, apenas, un
dirigente de izquierda con las limitaciones que ello implica en la Argentina.
El camino iniciado por el jefe de Gabinete Jorge
Capitanich para acentuar el diálogo con las corrientes gremiales afines, es un
dato relevante que merece ser valuado a la hora de admitir que durante todo un
período, los funcionarios taparon sus oídos cuando surgían ideas y planteos de
esa franja trascendente para el Proyecto general.
Ahora bien, al diseñar las políticas económicas
imprescindibles de las que hablábamos antes, será preciso, sin romper lanzas
con los vectores tradicionales, tomar en cuenta voces e intereses pymes,
cooperativos y empresariales nacionales que dependen del mercado interno para
subsistir y crecer. Y no olvidar ni por un momento que el Estado debe
intervenir para que el país exista.
En definitiva, el horizonte es complejo pero
promisorio. Lejos de estar resistiendo un gobierno hostil, estamos acompañando
una gestión cuyo interés de continuidad enlaza con el nuestro, en tanto
trabajadores argentinos. Como decía el inquieto y brillante Rouletabille, en el
Misterio del Cuarto Amarillo, es preciso tomar la punta correcta de la verdad,
y desplegarla.
Director
La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.