Panorama 2013 – 2014


Los desafíos son: Eslabones faltantes en la industria, tierras y finanzas

Hasta ahora, el kirchnerismo en sus versiones Néstor y Cristina se ha caracterizado por evolucionar sobre las dificultades. Cada vez que recibió apremios y exigencias de los poderosos, en lugar de conceder y retroceder, avanzó hacia soluciones que derivaron en mejores condiciones económico sociales e institucionales para los argentinos.

Por Gabriel Fernández *

Termina un año transicional y está por arrancar un tramo de definiciones. El pueblo argentino, pese a la algarada mediática, intenta mirarse hacia dentro y caracterizar el panorama. ¿Vamos bien? Aquí recorreremos algunos aspectos que contribuyen a responder el interrogante y proyectar inquietudes.

En principio, aunque surjan voces oscuras, la admisión de la progresividad de la Década que está concluyendo es admitida y palpable. Todos sabemos, hasta los que patalean, que el país está muchísimo mejor que en el tramo final del neoliberalismo situado –emblemática y prácticamente- en diciembre del 2001.


Hoy la Argentina es un país institucionalmente estable, con censos, elecciones y funcionamiento general que avalan ese diagnóstico. Las movidas policiales recientes no alcanzan para desmembrar el cuadro, aunque sí configuran advertencias. El Poder Judicial sigue siendo el rincón más oscuro y no democrático de la democracia.

Por eso, una de las tareas pendientes es reestructurar integralmente esas dos instancias sólidamente ligadas: jueces y milicos, que cuentan para sus demandas sectoriales con herramientas de una intensidad que el resto de los trabajadores y sectores carecen, y poseen autoridades despegadas de la participación ciudadana con capacidad electiva.

En un terreno menos institucional y más político, las grandes vertientes tendrán que definir con nitidez, en los meses venideros, qué anhelan hacia el 2015. Básicamente el radicalismo y sus aliados del Frente Progresista Cívico y Social, aunque también –veremos porqué- el kirchnerismo, ya que la nueva transición está terminando.

Vamos con otros elementos, a vuelapluma: la continuidad de la imagen positiva de la presidenta es un capital valiosísimo; el énfasis en los derechos humanos ha proporcionado una base de legitimidad apreciable; la designación de Jorge Bergoglio como Papa configura un reaseguro para la afirmación nacional ante el mundo; la continuidad trabajosa del Unasur es importante pese a los nubarrones; el rol jugado en el G 20 y en la ONU brindó un arco de ligazones con gran potencial.

(Digresión para pedir deseos en el brindis: una Cancillería liderada por Héctor Timerman para afrontar los asuntos internacionales, y un desdoblamiento con Jorge Taiana para ocuparse muy a fondo del necesario hilván latinoamericano, como ya lo hizo durante la gestación del Unasur. ¿Por qué no?)

Y un dato que enoja a los economistas de toda laya (de toda): las crisis económicas internacionales han sido históricamente muy bien aprovechadas por el pueblo argentino y sus corrientes nacionales y populares. Aunque no lo parezca, sabemos mirar el mundo, mientras otros apenas lo admiran.

A esta altura el lector se preguntará qué queremos decir en realidad con esto del clivaje. Vamos a los bifes: la Argentina creció debido a un decurso nacional y popular que se asentó en la movilización social, el primigenio equilibrio de precios internos y externos, la moratoria que permitió negociar la deuda en mejores condiciones, y las medidas esenciales adoptadas a partir del 2003.

Esto es: presencia del Estado en la economía, paritarias, planes sociales, alzas jubilatorias, créditos y subsidios para el tercer sector y la producción, y sus derivaciones virtuosas en el mejoramiento  del consumo y la creciente en comercio e industria. Asimismo, la recuperación de empresas nacionales y el vínculo con países que hasta no hace mucho merecían caracterización periférica, apuntalaron ese rumbo.

De allí se desprenden las definiciones que deberán adoptarse a lo largo del 2014. El crecimiento se desarrolló con numerosos eslabones faltantes en la cadena productiva, lo cual relaciona excesivamente  a nuestra economía con los insumos externos y complica el manejo del cambio, al tiempo que restringe posibilidades laborales interiores.

Además, este progreso se desplegó sin transformar el esquema de propiedad territorial, lo cual abre dificultades a la hora de diseñar una política agroindustrial potente y “de paso” limita las perspectivas de rediseño integral nacional a partir de planes de vivienda que puedan formar parte de nuevas poblaciones instaladas estratégicamente.

Los eslabones faltantes en la cadena productiva industrial y las extensiones territoriales que generan producción de bajo valor agregado originan, junto a los dilemas antes planteados, dificultades para el control de los precios internos. Y si bien no hay hiperinflación ni nada que se le parezca, sí se registra una creciente que lima los grandes logros paritarios y sociales.

Vamos al detalle: no es cierto que los saqueos recientes estén únicamente asentados en quienes “ahora” desean plasmas. Ante la oportunidad, muchos volvieron a buscar, simplemente, alimentos. El hecho de vivir en un país que ha mejorado más que el resto del continente –una verdad que sólo la izquierda zonza niega- no implica que ya se pueda hablar de “hambre cero”.

Y –simbólica y prácticamente- esas situaciones sociales acuciantes se observan en regiones en las cuales inmobiliarias y sojeros han puesto su ancha pata por encima de la sociedad. Por tanto, es preciso preguntarse si no hay que avanzar resueltamente, en este nuevo tramo, sobre tales poderes, hilvanados por corporaciones financieras delictivas (2001) y sólidas.

¿Puede el Proyecto Nacional y Popular encarnado en el kirchnerismo lograrlo? Una respuesta rápida, arbitraria pero esclarecedora: más le vale, porque el retiro de Miguel Miranda en beneficio de Gómez Morales, y de Gelbard en decurso hacia Mondelli – Rodrigo, dan cuenta de las secuelas que puede originar un tapón en el embudo.

La designación de Axel Kicillof  y el retiro de Guillermo Moreno en áreas diferentes aunque ligadas implica, hasta ahora, una visión inversa a la que orientó aquellos controversiales ejemplos. Bien podría ser –confiamos- que en esta ocasión la conducción política del pueblo argentino haya optado por apretar el acelerador en la dirección correcta, mostrando capacidad de aprendizaje.

¿Exceso de optimismo? Hasta ahora, el kirchnerismo en sus versiones Néstor y Cristina se ha caracterizado por evolucionar sobre las dificultades. Cada vez que recibió apremios y exigencias de los poderosos, en lugar de conceder y retroceder, avanzó hacia soluciones que derivaron en mejores condiciones económico sociales e institucionales para los argentinos.

Ese andar le permitió a esta singular vertiente nacional – popular, sostener el gobierno por una década y mostrar este diagnóstico favorable con el cual arrancamos el texto. ¿Porqué modificaría el estilo frente a los desafíos venideros?

Si repasamos las decisiones económicas adoptadas por las dos administraciones de este Proyecto, vamos a encontrar una secuencia de acciones orientadas por el coraje político y el interés de fondo de las masas populares. Muchas de esas demandas, como otras de orden cívico, resultaban apenas banderas utópicas en tiempos recientes. La concreción de anhelos históricos de nuestro pueblo brinda, necesariamente, un justo crédito de confianza al kirchnerismo.

Las corrientes sindicales y sociales oposicionistas se vienen reduciendo proporcionalmente a su alejamiento del gobierno. Hugo Moyano y Raúl Castells podrían coaligar fuerzas sin quebrar su aislamiento. Los dirigentes moyanistas (Omar Plaini, por caso) se suman a variantes liberal conservadoras y –automáticamente – son rechazados en sus gremios. Pablo Miceli es, apenas, un dirigente de izquierda con las limitaciones que ello implica en la Argentina.

El camino iniciado por el jefe de Gabinete Jorge Capitanich para acentuar el diálogo con las corrientes gremiales afines, es un dato relevante que merece ser valuado a la hora de admitir que durante todo un período, los funcionarios taparon sus oídos cuando surgían ideas y planteos de esa franja trascendente para el Proyecto general.

Ahora bien, al diseñar las políticas económicas imprescindibles de las que hablábamos antes, será preciso, sin romper lanzas con los vectores tradicionales, tomar en cuenta voces e intereses pymes, cooperativos y empresariales nacionales que dependen del mercado interno para subsistir y crecer. Y no olvidar ni por un momento que el Estado debe intervenir para que el país exista.

En definitiva, el horizonte es complejo pero promisorio. Lejos de estar resistiendo un gobierno hostil, estamos acompañando una gestión cuyo interés de continuidad enlaza con el nuestro, en tanto trabajadores argentinos. Como decía el inquieto y brillante Rouletabille, en el Misterio del Cuarto Amarillo, es preciso tomar la punta correcta de la verdad, y desplegarla.

Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.