Apuntes al
evaluar datos tras un día agitado
Hay una brisa tenue con frío en su interior. Buen momento para sentir,
lentamente, el sabor de un mate y observar por la ventana el renacer de un
otoño postergado. Y pensar.
Un tren nuevo, con frenos nuevos, atraviesa señales
de desaceleración sin tomarlas en cuenta. Nadie, maquinista o acompañante,
informa al menos que la máquina ha pasado por esas indicaciones.
El motorman de la formación en marcha –apreciables
62 kilómetros por hora- salió ileso. No hay valuación moral en la observación,
sino descripción: el eventual desmayo que se barajó como probabilidad no le
impidió reaccionar a tiempo con rápidos reflejos. Felizmente.
¿Alguien recuerda hoy que hace cuatro meses
exactamente el maquinista Leonardo Andrada, uno de los testigos en la causa
judicial sobre la tragedia ferroviaria de Once, fue asesinado con cuatro
balazos por la espalda? Nosotros si.
Seguimos mateando. El pensar se torna vaporoso.
Quizás uno de los grandes enemigos de los seres humanos sea el auto boicot. En
algunos casos, sencillo, directo: creerse menos, tirarse atrás. Cosas así.
En otros, sofisticado: emprender proyectos
escogiendo mal a socios y colaboradores. No hablamos de alianzas políticas
difusas o cuestionables. Más bien de zorros a quienes se les ordena cuidar el
gallinero.
Después de la tragedia de Once, el gobierno
reaccionó de modo curioso. Intervino la concesionaria, pero sostuvo el área de
reparaciones en manos de Cirigliano. A un tiempo, le recortó los subsidios. Lo
castigó, brindándole la herramienta para patalear.
Vale la observación: acotar subsidios a un
empresario argentino implica ofenderlo en lo más íntimo. Por algún motivo, el
conjunto del empresariado privado de cierta relevancia económica estima que,
tragedias o no, el sentido de la existencia del Estado no es otro que brindarle
apoyo sin exigir nada.
Seguimos. La persistencia de las concesiones
ferroviarias siempre fue injustificada. Desde mucho antes de Once, hasta el
presente. Cuál es el motivo que ha llevado al gobierno argentino a destinar
cifras salvajes a sostener firmas improductivas e ineficientes, es un misterio
que da pie a las elucubraciones de los medios opositores.
Injusto misterio, pues le brinda la oportunidad de
protestar y acusar, justamente a quienes promovieron –estructuralmente- los
actos de corrupción más importantes de la historia nacional: las
privatizaciones.
Somos unos cuantos pero nos conocemos bastante:
familias y compañías que han vivido despotricando contra la intervención del
Estado en la economía, gozan de de una riqueza sorprendente gracias a los
negocios que establecieron con esa denostada insitución.
La brisa se mantiene con un equilibrio envidiable.
No se atenúa, no deviene en ventarrón. Es tiempo del cigarro y la evocación:
Bernardo Neustadt “denunciando” por la tele que los ferrocarriles argentinos en
manos del Estado dan pérdidas.
No dice que en todos los demás lugares del mundo,
también. Pues se trata de una inversión social que la comunidad se otorga para
transportar los elementos que sí están destinados a la ganancia: la carga y la
mano de obra. El leve olvido informativo transmuta una verdad en una mentira
plena.
Abrimos el celular y vemos el mensaje de un colega:
no olviden que un accidente en un transporte público es, de cualquier modo,
responsabilidad del Estado. No lo olvidamos. Venimos duros al respecto. En
muchas áreas –vale evocar el Editorial del lunes, por caso-. Pero es que la
investigación de toda la jornada nos lleva a conclusiones ríspidas.
Y si hay algo que no aceptamos es el timón fijo.
Pero claro está: el humo no releva el vaporcito que mana del verde placer, y a
cambiar la yerba. La preparación del mate demanda un tiempo interno, una suerte
de recreo sereno, que invita a pensar con más ramificaciones. Aún más.
Esta yerba está buena porque no genera acidez. El
hincha baleado en La Plata no era de barra brava alguna, sino que se
caracterizaba por evitar los conflictos y facilitar soluciones para los
traperos granates. A los amigos de Lanús que consultamos les quedó una
sensación: la policía fue a matar, hubiera incidentes o no.
Las bombillas que hace Cesar no se tapan. Es
asombroso, pero es así. Qué curioso el apellido Rawson. De dónde vendrá. Por lo
pronto, el hombre es del Pro, así que algún antepasado, sonríe. ¿Qué dijo la
mamá de la pobre piba? Norma lo recuerda: “no estoy enojada”. ¡Cuánta madurez!
Y qué lío que armaron los medios.
Pero ya está. Vuelvo con el hermoso cilindro de
madera rebosante de yerba y listo para humear sanamente. Basta de divagues, a
ver si todavía se piensa que estoy narrando una concatenación de hechos
destinados a enrarecer el ambiente cuando mal que bien se inicia un nuevo ciclo
de recuperación económica que puede desembocar en una victoria electoral del
oficialismo.
Pero qué cosas se me ocurren ¿me habré vuelto de La
Cámpora?
Vamos a fondo para objetar el propio planteo: otro
colega nos ha señalado “lo que dijo DElía es una locura, un disparate”. Un
oyente se enojó, a la tarde: “en medio del dolor es una falta de respeto hablar
de conspiraciones. ¿Pretenden echarle la culpa a Magnetto?”.
En la misma línea, pero más sesudo, un militante
afirmó “las teorías conspirativas son paranoicas, no explican los procesos,
perjudican el análisis”. Y nosotros, que pensamos que en la vida individual los
paranoicos se equivocan y que el dicho “piensa mal y acertarás” es propio de
imbéciles, seguimos mirando lo ocurrido en este caso; y no hay manera.
Por fin, la ayuda nos llega desde Ensenada: “¿y
porque no choca el Ferrocarril Roca que es un desastre? ¿Porqué chocan trenes
en una línea especialmente equipada por el Estado en los últimos meses?”.
Alguien llama desde Castelar: “tomo el tren todos los días, el servicio mejoró
mucho. Hay lugar para frenar, como lo hacen todos los días. Parece que no
hubieran querido”.
Ya que hacemos un texto cuestionable, vamos a quedar
bien. Lo que hay que decir en estos casos es: debemos esperar el veredicto de
la Justicia. (Dicho sea de paso, estamos a favor de la democratización, para
que las empresas tengan, al menos, dificultades para coimear jueces; así
nomás). Pero claro que hay que esperar el contenido de la caja negra, de la
cámara de la cabina. De todas las pericias.
Todo bien. Y sin embargo, reiniciamos la
computadora y le escribimos al colega que lanzó aquél puntapié inicial: fue un
atentado. Pensá, seguí los datos existentes. Somos críticos de la ausencia de
una política ferroviaria nacional, pero lo de este jueves no cierra por ningún
lado. Y lo que a nosotros nos parece poco, a Ellos les parece un horror.
Este gobierno tiene unas cuantas fallas; qué duda
cabe. Algunas están en este artículo. Pero no merece el lanzamiento de mierda
descomunal que recibe a diario. Y más vale que Sobrero no se enoje tanto con
DElía. A ver si todavía Moyano tiene que sacar una solicitada en defensa de la
libertad sindical.
Finalmente, una aclaración cuya necesidad habla del
candor de nuestra gente. Ante el interrogante de “pero ¿serán capaces de hacer
algo así?”, vale recordar que las empresas más importantes han desaparecido,
torturado y asesinado a 30 mil argentinos en aquél proceso militar - liberal.
¿Tres pasajeros de origen popular? ¿Qué representan
para Ellos?
A la hora de hacer la pregunta “¿A quién
beneficia?”, abrimos Perfil y vemos una Cristina sonriente, con títulos que
sugieren que se acongojó poquito y que a su entender las cosas pasan, que son
las paradojas de la vida. Debajo, una larga lista de previsibles lectores
indignados por la “insensibilidad” de la jefa de Estado y su irrefrenable
inclinación a la corruptela.
Entonces publicamos esta nota. Sin buscar respaldo
alguno.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio
Gráfica.