Jorge Rafael Videla encarna a miles de militares argentinos
que desplegaron intensamente, a lo largo de la totalidad de sus existencias, la
mentira como única presentación íntima y pública de sus intereses, creencias y acciones.
Extremo de los famosos “fines inconfesables”,
tuvieron en jaque a la Nación erigiéndose en árbitros, jueces y ejecutores de
políticas que surgían para desmentir todos sus enérgicos y abanderados
discursos.
Estos militares, y muy especialmente Videla, han
realizado el cien por ciento de sus carreras profesionales en contra de la
Patria Argentina.
Orientados, conducidos y en ocasiones alquilados
vulgarmente por los Estados Unidos, Gran Bretaña y sus corporaciones, han sido
el ariete para evitar el crecimiento industrial, social y cultural de esta
tierra.
Y sin embargo, la declamación patriótica ha
atravesado todos sus planteos, discursos, comunicados. La patria como cobertura
para atacar la Patria. El colmo, claro, de las traiciones a la Patria.
Dentro de un cúmulo de seres que habitaron este
planeta violando derechos humanos y sometiendo a pueblos enteros, comparar a
los militares mitristas argentinos con los nazis, con la dirección del
Departamento de Estado norteamericano o con los jefes del ejército colonial británico,
es realzarlos sin sentido.
Los nazis fueron inequívocamente alemanes y
combatieron dañina y criminalmente, a favor de su país. Lo mismo cabe decir de
los que dirigen la nación más asesina del mundo, los Estados Unidos. La pérfida
Albión se construyó con un saqueo que tenía como objetivo su propia grandeza.
Las dictaduras cívico militares instauradas en 1955
y 1976 tuvieron el específico objetivo de dañar los logros nacionales,
aniquilar la dinámica cultura de nuestro pueblo, golpear y erradicar la
competitiva industria argentina, entregar nuestra Defensa y nuestra estrategia
a manos imperiales.
Después de tanto palabrerío escuchado desde esos
generales alrededor del carácter apátrida de los movimientos insurgentes, de
las campañas antiargentinas pergeñadas en el exterior, de la necesidad de alzar
nuestra bandera por sobre trapos e insignias presuntamente ajenas, es decisivo
en la lucha interpretativa despedir a Videla y a sus camaradas de armas
llamándolos apátridas, antinacionales, traidores a su tierra.
Pero la mentira, evidentemente, no terminó allí.
Mientras decían combatir el terror desarrollaban el más sanguinario terrorismo
de Estado. Mientras alegaban luchar por la democracia golpearon gobiernos
escogidos por el voto popular e instauraron las dictaduras más crueles y
oprobiosas.
En tanto combinaban su grandilocuente patriotismo
con llamados al valor y la determinación, configuraron hordas de cobardes cuyo
combate más dramático fue alrededor de una parrilla, picana en mano, sometiendo
a rivales atados e indefensos.
Porque la ausencia plena de coraje es otra de las
contradicciones importantes a señalar ahora que Videla ha muerto. La falta de
hombría para afrontar la pelea directa, y la rastrera alcahuetería hacia los
hombres de negocios que decían qué hacer, constituye otro de los factores
básicos de personas que tuvieron en sus manos los destinos de nuestro país
durante décadas.
Y que nadie se engañe. Esto no es sólo el ayer.
Quienes hoy sostienen una prédica semejante desde los grandes medios de
comunicación, están alineados en el mismo sentido. Los que buscan nuevamente
voltear un gobierno elegido por la voluntad masiva, saben que el éxito de su
accionar derivaría en otras dictaduras, en nuevos secuestros, en más entregas.
Los intereses concentrados locales en vinculación
con los internacionales, ligados a su vez con los centros estratégicos de poder
de los países que han tallado fuerte en el planeta desde hace 200 años, siguen
operando para destruir la Argentina y el naciente Unasur.
Ha muerto Videla en prisión, y en los últimos diez
años se ha disciplinado políticamente a las Fuerzas Armadas. El potencial
económico del Sur se planta para rasgar los incentivos de movimientos golpistas
antinacionales. Pero todo cuidado es poco: esas potencias saben que todavía cuentan
con argentinos que están dispuestos a retomar la senda de la traición y mentir
enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción y la tiranía.
La misma bandera, el trapo, que levantó Videla al
asumir el gobierno de facto en 1976.
GF / Director La Señal Medios / Area Periodística
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