Mujeres,
tabaco y alcohol
En este período de
tantos avances para los derechos cívicos de las personas –es decir, para las
personas-, que ha puesto a la Argentina en el feliz lugar de vanguardia mundial
en el establecimiento de un ambiente vital más saludable y respetuoso, encontramos
algunos claroscuros que queremos señalar.
Todo movimiento de
avance popular tiene aristas puntiagudas, exasperaciones y “desviaciones correctas de la etapa” que,
si no se toman a tiempo, pueden derivar en fundamentalismos progresistas o, si
se prefiere, imposiciones libertarias que no cuentan con el aval de los mismos
protagonistas y beneficiarios de las mejoras.
Homicidio
Vamos a lo más grave: la irrupción en el sistema
legal argentino de la figura del Femicidio lleva, por si misma, a desconocer un
dato relevante. Asesinar a una persona ya estaba prohibido en la legislación
nacional desde mucho tiempo atrás. La nueva imagen jurídica le indica a la
sociedad un verdadero disparate: matar a una mujer está muy prohibido.
Se argumenta que la agresión en el marco de una
relación de pareja merece un castigo singular. Eso ya estaba contemplado en el
concepto de crimen “agravado por el vínculo”. Nuevamente, el Femicidio nos dice
que se trata de un delito muy agravado por el vínculo. En los dos puntos centrales
de estas fundamentaciones, late el sano intento preventivo. Veamos.
Si el endurecimiento de penas en los casos que se
busca ejemplificar para prevenir resultara eficaz, el ingeniero Blumberg
tendría razón. La campaña feminista por la incorporación de la figura del
Femicidio es ostensiblemente blumberguiana y al igual que en esa lamentable
experiencia, considera que la mano dura en las condenas favorece a la
comunidad.
Todo el sistema carcelario norteamericano, el peor
del mundo, hondamente corrompido por intereses comerciales con vastos vínculos
delictivos, se asienta en ese criterio. Los Vengadores terminan siendo adalides
del status quo, porque sólo saben ejercer dureza frente a los sectores de
menores recursos, mientras que los mismos crímenes, concretados por poderosos,
quedan entre paréntesis.
Entonces lanzamos una observación de interés: hasta
prestigiosos juristas democráticos se oponen a la introducción de la democracia
popular en el Poder Judicial. Porque ahí está el problema: no en la normativa,
que básicamente –reiteramos- prohíbe matar a quien sea, sino en la aplicación
de la misma, hoy en manos del rincón más oscuro de nuestras instituciones, la
corporación judicial.
A todos, hasta a los más radicalizados defensores
de los derechos cívicos, les entra el pánico. ¿Votar jueces? (léase: ¿los
negros votando jueces?) ¡Qué horror!. Pues bien, sin el voto popular, este
tramo civilista no sería lo que es, ni el gobierno tendría el justo apoyo que
necesita para llevar adelante, por ejemplo, la expansión de los derechos
cívicos y humanos que si aplaudimos. En la historia argentina, la opción a ese
voto en los dos poderes que lo canalizan, fueron las dictaduras.
Pibes
Sigamos: las campañas públicas contra las
agresiones y los agresores domésticos son correctas. Les falta franqueza,
cotidianeidad, garra, para incidir en el comportamiento promedio, les sobra
maniqueísmo y por tanto generan distancia, pero están bien planteadas. Empero,
ignoran los derechos del niño, el más desprotegido y focalizan la victimización
sobre la mujer adulta.
Si está mal agredir a un adulto, está mal agredir a
un niño. Las organizaciones feministas no se hacen cargo del problema, y hasta
bordean un peligroso caudal argumental justificatorio que conspira contra la
protección del más débil de todos. Así, se ha llegado a la apología del delito
en el caso Romina Tejerina.
En un artículo bastante comentado y muy polemizado,
Víctimas, señalé en aquél entonces que el sistema judicial debe defender el
derecho de toda persona a vivir, una vez nacida y sin entrar a debatir el tema
de la interrupción del embarazo. Y que los antecedentes personales de la
asesina no debían ser considerados determinantes porque si no, no hay modo de
juzgar a nadie.
Claramente: casi todas las historias personales de
represores y agresores están atravesadas por hechos de violencia grave que
durante un tramo de sus vidas los situaron como víctimas. Lo que intenta hacer,
razonablemente, la Justicia elaborada por los seres humanos en sociedad, es
plantear: lo lamentamos, pero haber sido agredido no justifica una nueva
agresión.
Ahora bien, en otro texto, Interiores, indiqué con
datos proporcionados por la Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación, que los principales problemas de agresión y delitos contra las personas
ocurren en el seno de los hogares, donde los pibes son las víctimas predilectas
de hombres y mujeres, de padres y parientes.
Las organizaciones que han motorizado los cambios
legislativos mencionados, muchas de ellas oficialistas, han barrido bajo la
alfombra estos datos y han contribuido otra vez a la victoria antisocial del
criterio Blumberg: el problema está en las calles, en las plazas, en las
escuelas, en los lugares de trabajo. Lo cual es inexacto y desmovilizador.
En el afán de proteger a la mujer adulta,
situándola en situación de perenne inocencia, se está logrando encubrir al
varoncito argentino, presunto macho puertas adentro con sus pibes, con la
anuencia y hasta participación femenina. Grandes varones de café y amigotes que
tiemblan ante la perspectiva de pelear con la patronal, con la policía o con el
sistema, pero se envalentonan con su entorno directo.
Así, el esquema de réprobos y elegidos termina
derivando en una involuntaria defensa por ocultamiento del drama más
importante, muy superior al de la trata, existente en el país: mientras las
calles protegen –esto quiebra el sentido común del noticiero- las casas
agreden, y muchos pibes se piantan porque no soportan más. Quien dude de esta
aseveración, que consulte a la especialista Cristina Fernandez, funcionaria de
esa Secretaría, y coteje los datos.
Cigarros
Si usted, lector, cree que hasta aquí hemos
llegado, está equivocado. Tenemos más para irritar y más para polemizar. Así
como en un tramo del actual ciclo institucional a toda una franja de nuestra
comunidad le agarró el “ataque” ecológico –hoy olvidado- al punto de exigir que
se le prohíba a otra nación industrializarse, hoy vivimos la pasión
antitabáquica.
A ver: mientras la Argentina poseía y posee una
decena de empresas papeleras con tecnología obsoleta que contaminan varios ríos
internos, se desplegó una arrasadora compaña contra Uruguay, el país menos
contaminante del mundo, porque resolvió instalar dos plantas modernas y con
indicadores de polución muy bajos en comparación.
Sectores universitarios, periodísticos,
investigativos, que viven en un mar de papeles entre fotocopias, libros,
revistas y dossiers, salieron con enjundia a repudiar la fabricación de pasta
celulosa como si se tratara de un crimen contra la sociedad. Mientras repartían
volantes de papel donde sólo faltaba pedir la condena de Gutenberg, clamaban
por la pureza del medio ambiente.
En esta misma línea, ahora fumar está mal, salvo
que sea marihuana, planta re prestigiada publicitariamente, o aspirar el humo
de insoportables sahumerios que, como vienen de algún lugar exótico de moda que
le enseña al mundo cómo sentir, deben hacer bien.
Es evidente: fumar daña la salud, y resulta
razonable que existan campañas que den cuenta del problema. También, que
existan zonas para fumadores, reducidas y alejadas de aquellas en donde se
prohíbe el uso del tabaco. Hasta ahí, vamos bien. Sin embargo, la prohibición
integral y absoluta del tabaco en todo lugar, y la inclusión de advertencias
groseras en los paquetes, bordea la psicosis.
El carácter afirmativo terminante de los carteles y
las imágenes en las marquillas de cigarrillos son inductoras de la enfermedad,
en términos psicológicos, y no previenen la adicción. Un psicólogo preocupado
por la investigación en su área, puede demostrar que si una persona consume a
diario un producto, cualquiera que sea, convencida de una derivación
determinada, finalmente “lo logra”.
El fumador que todos los días abre su atado leyendo
que los cigarrillos que consume lo llevarán inevitablemente –la propaganda es
asertiva, absoluta, inexacta, e incomprobable científicamente- a contraer
cáncer, tiene enormes posibilidades de estar preparado psicológicamente para
hacerse de un cáncer flor y truco.
Lo decimos con franqueza: la actual campaña contra
el uso del tabaco fomenta la enfermedad entre los adictos. Justo en un marco en
el cual otro tipo de adicciones son “comprendidas”, “explicadas”, “contenidas”
y “tratadas” con benevolencia.
Cualquier sanitarista de relieve puede explicar, si
no está comprado por un laboratorio, que un sistema de salas preventivas de
atención primaria expandido por el país puede contribuir más y mejor, a
beneficiar la salud integral de la sociedad y a prever las adicciones,
inclusive la tabáquica.
Sin embargo, esto no termina allí: en el texto
Tabaco expliqué que los elementos cancerígenos del cigarrillo son básicamente
el papel y los químicos, no la planta. Esto indica que si existe un control
adecuado para relevar el tabaco industrializado a la norteamericana por el
empleo del puro, la situación cambiaría radicalmente.
Alcoholismo
Finalmente: ya que se insiste en las campañas
públicas sanas y en los derechos, vale consultar a los hombres y mujeres que
intentan recuperarse del exceso de alcohol. Pues bien, sus médicos se ven
obligados, en la actualidad, a prohibirles disfrutar de espectáculos
futbolísticos debido al atractivo e insistente fomento de la cerveza como factor
casi complementario del disfrute.
Sin querer afectar a la industria cervecera, que
generó recordados dirigentes como Saúl Ubaldini y brinda alimento a tantos
hogares obreros (¿alguien se preocupa por los obreros del tabaco?) debemos
señalar que además de fomentar la adicción más grave del país, el alcoholismo,
en horario de protección al menor, está generando un cambio cultural que afecta
la salud colectiva.
¿Porqué? Argentina, Francia y Chile han sido
naciones en las cuales el uso cotidiano del vino en las comidas, en detrimento
de las bebidas “blancas”, ha controlado el colesterol, la presión y por lo
tanto la salud cardíaca de amplias zonas de población.
Hoy, con el aluvión de modas transparentes dentro
de las botellas, hemos cambiado –sin eliminar el alcoholismo- las lógicas
sugerencias del Dr. René Favaloro por líquidos que, a cambio de la resaca, no
ofrecen contraprestación alimentaria alguna.
Una nota al pie. Quienes conocen a este periodista,
saben que apoya el proyecto nacional y popular en marcha. Si van a realizarse
objeciones a los variados contenidos del presente artículo, lo único que pido
es que no se descontextualice los mismos. Para los que sólo saben decir “Sí”,
muchos de estos cuestionamientos exigen que nos posicionemos en otra región del
mapa político. No lo haremos.
A pensar señoras y señores, actividad que ofrece
mejores perspectivas que aceptar todo a libro cerrado.
*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio
Gráfica.