LA LLUVIA Y EL TIEMPO. ¿Vos te creés?

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

La lluvia acompasa y despeja. Promueve una baja en la temperatura que hace más agradable la jornada. Unos mates, cierta serenidad. Algunas imágenes que emergen y se borronean, para luego cobrar mayor definición. Trump, claro; Komeini, Bergoglio, Hebe, Shoklender, Blasito,Mao, Jauretche.

El tiempo no existe, salvo en política. En el resto de las cuestiones no es más que el transcurrir, el desarrollo de objetos y sujetos, entrelazados. Esta mesa sobre la que apoyo el teclado cambia por el desgaste de su propio material. Quien esto escribe, también. Pero no hay un elemento físico “tiempo” que nos raspe. 

Sin embargo, no hay modo de describir el decurso de los acontecimientos que atañen a la vida de una sociedad sin utilizar esa medida. Ese ¿valor? Ese factor. Los sucesos políticos humanos pueden resultar paradojales, pero vistos en perspectiva, no tan azarosos como pretendemos. 



Es probable que si Carlos Bianchi no llevaba a Boca a lo más alto, el destino de Mauricio Macri –atado inicialmente al rumbo de un balón decisivo- hubiera sido diferente. Aunque la idea, atractiva, suena a excusa para evitar la mirada a fondo que puede develar todo un proceso.

Es decir: uno recibe datos que facilitan la interpretación adecuada. Pero no siempre los aprovecha. Esa sería una buena combinación para entender el cruce entre tiempo, azar y política. El único elemento que los contiene y los dispara es la comprensión. Y para comprender es preciso estar situado; saber desde dónde se piensa y se emite. Dónde se vive.

UN CURA. Tuve la fortuna de entablar amistad con Clelia Luro, la esposa de Jerónimo Podestá. Lúcida hasta su último minuto, me fue explicando punto por punto el pensamiento práctico y hondo de Jorge Bergoglio. Ella lo veía domingo a domingo, en almuerzos sobrios –alimentariamente- y de excelencia política. 

Así, a los pocos minutos de la designación del jesuita al frente de El Vaticano, pude escribir el primer artículo que preludiaba la orientación que hoy es conocida por todos. En la oficina del Area Periodística, hablé telefónicamente con Clelia y mientras muchos amigos se agarraban la cabeza por el emerger de un “Papa opositor”, nosotros reíamos y celebrábamos.

UNA REVOLUCIONARIA. La brisa fresca originada por la lluvia arrastra las imágenes y posiciona otras, muy lejanas. Desde una pantalla actual, Sergio Shoklender destila amargo veneno contra Irán, Luis D´Elía, Hebe y el kircnerismo. ¿Qué escenas llegan a la mente? El arribo de Shoklender a la Casa de las Madres y las difíciles discusiones con Hebe sobre sus rasgos esenciales.

De entrada nomás era evidente que el hombre estaba interesado en el dinero, con una buena cobertura. Como director del diario de Madres resolví anular toda influencia shoklenderiana sobre el medio, lo cual permitió llevar adelante, con un grupo extraordinario de periodistas, una comunicación afiatada, abierta e inteligente que derivó en buena llegada para un período complejo.

Pero no fue posible, andando el tiempo, quebrar la hegemonía del oportunista. Paradójicamente fiel a su origen social, su profundo antiperonismo resultó más interesante que mi visión nacional popular. En beneficio de Hebe sólo puedo alegar que se estaban cerrando los 90, período en el cual el peronismo no tenía grandes logros para presentar públicamente. 

Pero pasó lo que tenía que pasar, y el decir actual de Sergio en los medios da cuenta de ello sin necesidad de recargar la argumentación.

UN IMÁN. Uy, ¡este viento! Ahora inserta situaciones que bregan por hacerse claras pese a la difuminación que acarrea los años. En junio de 1989 me encontraba al frente de la sección internacionales del diario Sur, junto a Carlos Arroyo. A comienzos de ese mes, se conoció la muerte del ayatollah Ruhollah Komeini.

Faltaba mucho para que conociera a los queridos amigos del Canal Annur Tv. Había estado en Prensa Latina y desde allí me había contactado, entre otros, con el corresponsal de la Agencia IRNA. 

Hombre amable y talentoso, contribuyó al entendimiento ofreciendo videos crudos, sin editar, para observar la vida cotidiana en Teherán. Pero también a través de su mujer: una gallega rubia de potente minifalda, que desandaba por sí misma las versiones más duras sobre la cultura persa.

No era fácil, a la hora de escribir desde Buenos Aires, orientarse en medio de la maraña de cables occidentales que no perdían ocasión para lanzar bombas de profundidad sobre la Revolución Iraní. Recopilé todo el material disponible, me tomé el tiempo necesario pero también posible para arribar al cierre dignamente. 

Y escribí una falsa doble que me enorgullece dando cuenta de quién era Komeini, en qué consistía la Revolución y cómo y porqué ese pueblo lo despedía con un dolor, una pasión y una convicción inusitadas. Estaba claro que mi propia identidad político social latía en el intertexto. 

Una compañera de la redacción, izquierdista y abierta, se lanzó  llorar al ver el artículo publicado al día siguiente. La encontré en Archivo, mientras lamentaba sinceramente que “un diario como Sur” hubiera publicado semejante vindicación de un clérigo “autoritario, machista, dictatorial”.

UN POBRETÓN. Pero también estaba claro que por entonces esa identidad político social era más lúcida que yo, pues mis falencias me impedían ver el panorama completo. No entendí el significado de la caída del muro, la trascendencia futura de la implosión de la Unión Soviética, ni la determinación del estado chino en Tienanmen, en ese mismo período. 

Es curioso, pero anoche, en medio de la temperatura agobiante que anunciaba esta lluvia, encontré en una pantalla de cable la figura de Blasito Martínez Riera; con voz firme acompañaba el sonido de su acordeón en un recitado impreso sobre Kilómetro 11. Había estado todo el día con esa melodía en la cabeza.

Tal azarosa coincidencia me remite ahora a una evocación menos precisa. Cuando hacía una tira diaria en la querida 99.3, Blasito llevaba adelante su programa de folklore. La dualidad era formidable: mientras para tantos ese señor era un barbudo desconocido y aspecto pobretón, los seguidores se arracimaban en la puerta de la radio para atisbar a un genio de la música nacional.

UN BRUTO. Rápidamente se sobrepone una imagen bien distinta, más presente. Donald Trump. El modo a través del cual el pueblo norteamericano intenta ingresar a la multilateralidad. El cachetazo a la declamación de un Departamento de Estado que, con sus partidos y sus dirigentes, declama democracia y equidad pero provee crimen y miseria.

Tiempo atrás, durante una conexión con colegas de los Estados Unidos, intentábamos ahondar en la situación de ese país para entrever el futuro. Uno de los consultados frenó la discusión y dijo: “no se puede ver desde allí el profundo, increíble malestar que atraviesa las zonas más pobres de la sociedad. Se vive muy mal aquí. La indignación es muy fuerte”.

Entonces, surgen las voces. A coro, afinadas pero dispares, ligadas por el concepto. ¿Vos te creés que un empresario bruto, maleducado y gritón puede encarnar la multilateralidad? 

VOS TE CREÉS. Están en tono con aquellas. ¿Vos te creés que un movimiento religioso, con estrictas normas islámicas, puede gestar una revolución? ¿Vos te creés que un Estado cerrado y antidemocrático en Asia, que se volcó al capitalismo, puede enfrentar a EEUU? ¿Vos te creés que un cura conservador, con rastros de Guardián, puede actuar a favor de los pueblos? ¿Vos te creés que Hebe, una implacable revolucionaria, se puede equivocar? ¿Vos te creés que ese barbudo en alpargatas puede ser un genio? 

Las había escuchado mi padre, demasiado tiempo atrás: ¿Vos te creés que un milico que sonríe y sale con una “actriz” va a ponerse del lado de los trabajadores?
Y me las dicen ahora: ¿Vos te creés que, siendo un peronista, vas a entender mejor este planeta que los académicos socialistas que abrevaron en lo más avanzado del pensamiento europeo?

La verdad, no sé. Pero dejemos que el tiempo transcurra y en el momento exacto, hablemos de política. 

A estas alturas, el lector se preguntará ¿porqué mencionaste a Jauretche en el arranque de la nota? Bueno, porque él es la base de todo. Sin Arturo Jauretche, ninguno de estos debates, como tantos otros, hubiera sido planteado. 

El cielo se va limpiando. Es “tiempo” de arreglar el mate. 

* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica