Todo está guardado en el presente. Cambió el clima en la Argentina.

Por Gabriel Fernández *

El pasado 24 de marzo, el pueblo argentino concretó una de las movilizaciones más grandes de su historia. Sólo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un millón de personas transitaron hacia Plaza de Mayo con banderas bien definidas, que ya analizaremos. 

Otro tanto, aproximadamente, se congregó en las ciudades más importantes del país; en el 70 por ciento de las capitales provinciales, los actos fueron más importantes que –en igual fecha- durante el último lustro.

Resulta ostensible que la cantidad, la densidad, la variedad social y el alcance federal de la acción implica un pronunciamiento público contundente y, a pesar del ocultamiento mediático, insoslayable. Las empresas comunicacionales más importantes y sus satélites intentaron difuminar informativamente una serie de marchas explícitamente dirigidas contra los intereses que sostienen día a día desde hace tantos años.



Las concentraciones alzaron tres conceptos básicos e innegables, más allá de la acentuación que cada sector prefiera disponer: el repudio histórico al golpe de Estado de 1976 y la dictadura cívico militar, con exigencia de continuidad de los juicios a sus responsables, el rechazo a los despidos masivos de trabajadores en particular, y el cuestionamiento agudo a toda una acción económica oficial que implica el decrecimiento nacional y un nuevo endeudamiento, emblematizado en la visita del presidente norteamericano.

Por vuelta que se le de a las convocatorias, ahí están las claves de la movilización. Y la misma cobra singular envergadura al observarse que las consignas opositoras surgen en los primeros pasos del gobierno macrista. Pocas veces una gestión originó tan escasa expectativa de progreso y beneficios colectivos. También quedó claro que los medios inciden sobre la vida nacional pero no la determinan ni la doblegan, y que las redes sociales también son medios, anulándose la hipótesis de “quien activa en las redes deja de lado las calles”. Mitos que se derrumban.

BARACK OBAMA. Por un lado, el mandatario estadounidense vino, al igual que en Cuba, a mostrarse ante el mundo como un hombre sensible que considera al Sur, puede dar una charla en La Boca y sostiene los ideales humanitarios. Cumple con una imagen de Nobel de la Paz que requieren sus respaldos y le permite un juego algo más abierto en el controlado espacio de la política corporativa. El gesto pretende un “soy distinto a aquella administración que se vio envuelta en estos golpes de Estado sobre el patio trasero”.

Por otro, a ratificar que somos el patio trasero. Llegó para respaldar los acuerdos con los Fondos buitre y el nuevo endeudamiento nacional que implica argumentos jurídicos futuros para el dominio de nuestra Nación. Y como correlato, a la política de Seguridad implícita en semejantes compromisos, articulados en Washington con Patricia Bullrich y los dirigentes argentinos que, con grandes ingresos surgidos de nuestro país, operan como empleados de un diseño internacional con sede en el Norte y que tiene varias implicancias.

Sin embargo, y por eso mismo, puertas adentro las cosas son distintas. Lo que podría visualizarse como un respaldo de los Estados Unidos al gobierno liberal conservador… es visualizado como un sojuzgamiento inadmisible. Cómo es esto. Contra lo que muchos suponen, la Argentina posee un pueblo tradicionalmente antinorteamericano y antibritánico. Esa definición es muy superior a la percibida en Centroamérica, por caso. De allí que el factor que la administración Macri podría considerar exitoso en la semana que termina, también resulte deteriorante en la propia casa.

La imagen de las ratas incursionando en el vituperado y en realidad magnífico Centro Cultural Kirchner, de su tilinguería inusitada al fascinarse y por tanto arrodillarse ante la visita imperial, y del coro de garcas que las acompañaban, no ha generado un impacto local políticamente satisfactorio para el gobierno. Es decir, el elemento positivo (presunto reingreso a un mundo) tampoco logró rebote satisfactorio ante una opinión pública que en algunos casos sabe y en otros intuye que la mano viene complicada y que todo este despliegue termina dañando el bolsillo familiar.

ECONOMÍA. La acción oficial en estos pocos meses ha sido intencionadamente apresurada, como bien señaló el analista Obama en un tramo de su alocución inaugural. Ha modificado aspectos esenciales del rumbo económico nacional que, con altas y bajas, resultó creciente, industrial, autosostenido y generador de empleo e ingresos durante toda una década. Allí se encuentra otra clave del decurso de los acontecimientos y de la pulseada interpretativa. ¿Porqué?
Pues una zona ya mayoritaria de la población comprende o siente que este andar deteriora su vida cotidiana. Pero otra parte de esta sociedad, carente de circunvoluciones, sigue sin averiguar de dónde surge el dinero –crecimiento del mercado interno, intervención estatal- y su liso cerebro evaluará por un tiempo más que la situación es ordenada y tenderá a identificar las dificultades con “la herencia de la corrupción K”.

El aire que queda en su economía particular proviene, justamente, del desarrollo alcanzado en el tramo previo. Aquí es donde la batalla interpretativa cobra trascendencia. De allí que señaláramos apenas llegado el nuevo gobierno, la importancia de no ceder a las redivivas versiones del Plan Prebisch que, hoy como ayer, deforman el pasado nacional popular más reciente para justificar medidas excepcionales (como el nuevo endeudamiento) y frenar justamente el despliegue de la rueda inversión – trabajo – consumo.

Una zona, reiteramos, mayoritaria del pueblo argentino ya sabe lo que eso significa. A diferencia de la expectativa generada por el menemismo en los 90, debido a su origen popular y su discurso productivista, hoy la esperanza es muy acotada. Los hombres y mujeres congregados en la gestión macrista, muchos de ellos parte misma de las corporaciones, no tienen nexos con el pueblo argentino. Son claramente visualizados como provenientes de otras regiones sociales. Este aprendizaje es decisivo para que en tan poco tiempo se desplegaran acciones opositoras tan masivas y contundentes.

Vale como digresión. La discusión en derredor de las elecciones del año pasado también puede ofrecer luz a la comprensión de las preferencias masivas. Los datos que estamos recibiendo sobre el realineamiento de la sociedad son claros acerca de los errores organizativos propios y no brindan crédito alguno sobre una presunta imagen positiva de Mauricio Macri. Hay que ser precavido a la hora de hablar sobre la identificación con los poderosos y terminar creyendo que la vida política argentina es un reflejo de las revistas y programas de chismes sobre el paraíso de los ricos. Que la polémica con el zonzo no se transforme en autodesprecio hacia nuestro pueblo.

THICK AS A BRIC. Hay otro elemento a considerar que influye sobre los caminos interiores. A diferencia de los cambios profundos gestados por la revolución conservadora de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, este presente no muestra transformaciones reactivas integrales. Demasiado atado a la baja forzada del precio del petróleo y sus consecuencias, el avance electoral neoliberal en América latina puede resultar acotado y temporal.

Sobre todo porque mientras el Norte sigue hegemonizado como espacio geopolítico por las grandes coaliciones financieras (armas y narcotráfico) que se enriquecen sin inversión y tragan con la misma potente gravedad de los agujeros negros los recursos sociales, el mundo emergente… sigue emergiendo. Rusia, China, Irán, articulados conceptualmente por el Papa Francisco, que es el argentino Jorge Bergoglio, no han implosionado ni se han alineado según las pretensiones del Departamento de Estado.

Aquella ofensiva brutal anglonorteamericana derivó en la caída de la Unión Soviética y en el desmembramiento con fuerzas regulares de países prósperos del mundo árabe como Irak y Libia, además de hilvanar gestiones afines en nuestra región. Hoy no logran más que diseminar por Medio Oriente bandas de mercenarios difusamente identificados con el fundamentalismo y destinados a atacar pueblos islámicos. Ganaron un referéndum en Bolivia, una elección en la Argentina y promueven mediáticamente movilizaciones en Venezuela y Brasil. Duele, pero no es tanto.

Siguen hundiendo a Europa. Porque como bien explicó Cristina Fernández de Kirchner al referirse a los Fondos buitre pero cuestionando todo el andamiaje financiero, los Estados no deben reconocer la ultraganancia sin riesgos de quienes sólo mueven acciones y bonos, cuando la necesidad inclusiva de millones de seres humanos pasa por la inversión productiva, la generación de fuentes laborales y la producción de bienes de producción y consumo. A ver si nos entendemos: el interés profundo de la humanidad está ligado al destino de los movimientos nacionales, regionales y populares. Y lo anticipó Juan Domingo Perón: el agua, siempre pasa.

LA COMARCA. Volvamos para seguir. En nuestras tierras, el movimiento nacional y popular muestra dificultades muy propias del tramo posterior a una derrota comicial. Fragmentaciones, cruces y acusaciones a la orden del día dan cuenta de diferencias que latían antes y se evidencian ahora. Hay aquí un camino para recorrer. La combinación de determinación y amplitud es difícil, pero de su desarrollo depende el futuro de este Proyecto.

El rumor de las masas en las calles tiende a premiar a los congresistas que votaron contra el pago a los Fondos buitre y a los sindicatos y agrupamientos que plantaron firme rechazo a los despidos y a la política económica neoliberal. Estos dos factores pueden desequilibrar con justicia la balanza a la hora de reconfigurar el Partido Justicialista en un principio, y el Frente para la Victoria con posterioridad. Es decir, hay un amplio segmento interno ya prestigiado ante el pueblo. Y la clase trabajadora, está en movimiento.

Si esa primacía logra ser ensamblada con la maduración en una conducción amplia que tenga como primus inter pares a Cristina, al punto de construir sin excluir, las puertas de la historia volverán a abrirse. Pero si a partir de consignas combativas, en vez de imponer un polo dinámico se opta por la exclusión del resto, los logros callejeros pueden estrecharse o disolverse. Porque una cosa es que la zona más patriótica y popular del movimiento conduzca, y otra que se encapsule.

CIERRE EN PERSPECTIVA. En este marco la tarea comunicacional tiene su valor. Los dirigentes que se sacaban fotos en la marcha del 24 lo hacían suponiendo interiormente que las mismas aparecerían en hipotéticos medios amigos. La fuerza de la costumbre los llevaba a creer contra todas las evidencias, que todavía existen lugares de difusión. Ya no hay. Los empresarios amigos tomaron su rumbo de empresarios inflados y los medios del Estado quedaron en manos de quienes ganaron las elecciones. Sólo estamos nosotros. Los medios nacional populares ligados directamente al pueblo argentino.

Las redes sociales bien aprovechadas dieron cuenta de la masividad profunda que señalamos sobre el arranque de este artículo. Las usufructuó la gente, así nomás: esta es nuestra verdad, dijo, estos somos y seguimos. A partir de ahora, en este tramo resistente, necesitamos vertebrar lo propio para canalizar las informaciones, los debates, las verdades. Casi dos millones de personas en todo el país dijeron lo suyo en las calles, sin pantallas ni portadas ni diales tradicionales. Dar cuenta de esta realidad es importante para avanzar en una hegemonía justa que deje sin impulso al zonzaje extraviado.

La buena noticia es que la realidad, sea como fuere su difusión, tiende a existir de todos modos.

*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica