Para el debate. Apuntes sobre la vida misma

Periodismo deportivo

Por Gabriel Fernández *

Contrariamente a lo que se piensa, en el rubro del periodismo deportivo tenemos dos grandes desafíos. Dos. No uno.
En principio, está el de la formación general del trabajador de prensa. Como ha señalado Néstor Basile siguiendo los pasos de Osvaldo Ardizzone, carece de sentido que alguien estudie sólo para periodista deportivo.
Se entiende: el periodista necesita una formación sólida que abarque historia argentina, latinoamericana y universal. Política, geografía, filosofía, economía. Y a partir de allí, si lo desea específicamente, deportes en general y fútbol en particular.
Para ser sinceros: los cursos intensivos que brindamos tienen un sentido. Ofrecer la arquitectura de este oficio - profesión, advirtiendo que los contenidos, ineludiblemente, deben ser llenados por los alumnos.




Nadie puede leer a nombre de otro. Lo que el joven periodista no lea, nadie lo hará por él. Los textos que aborde le brindarán el soporte que le permitirá, a la hora de afrontar cualquier tema, inclusive el fútbol, una fluidez que hará la diferencia.
Entre tantas obras al respecto, nos permitimos recomendar el capítulo “Periodismo” de Carlos Fanjul, en el libro El Ronco Basile, Profeta en su tierra. Allí se diseccionan a fondo estas cuestiones. Dos grandes profesionales, frente a frente, hablando de su labor.
Y junto a la lectura, la vida. La decisión de admitir un posicionamiento social y geográfico que sitúe la mirada. Porque si un periodista que no lee es una contradicción, un periodista sin andar callejero es un error. A partir de esa combinación de factores, entonces sí, el joven puede resolver ser “periodista deportivo”.
Ahora bien; el otro elemento es mucho más sencillo, más directo. Y su ausencia puede causar asombro, pero es, extrañamente, la regla. Es preciso que el periodista deportivo que se inclina a la cobertura del fútbol… vea fútbol.
Por algún motivo que quizás haya que rastrear en la inmediatez de la síntesis televisiva, el oficio se ha plagado de profesionales que apenas y de a ratos observan los partidos de primera división que disputan Boca Juniors y Ríver Plate.
El periodismo es una vocación que dista de ser obligatoria. Por tanto, zafar a la usanza de la secundaria es una tontería que restringe las propias capacidades. Una suerte de pereza que configura una autodevaluación laboral.
Es comprensible que quien necesita parar la olla en el andamio todos los días, no se preocupe tanto por perfeccionarse en su tarea. Para qué opinar al respecto. Sin embargo, quien resuelve salir adelante con lo que anhela, podría empeñarse en conocer el rubro escogido.
Alguien que desea genuinamente ser periodista deportivo, podrá hacer la diferencia si mira con cierta regularidad divisiones inferiores. Categorías de ascenso. Y muy especialmente, los partidos de la primera división del fútbol argentino.
Es raro que quien cobra por escribir o hablar de fútbol, no vea fútbol. Algo así como analizar cine sin concurrir a la sala, o sin siquiera pispear el video del estreno. Lo curioso es que ante un comentario de esta naturaleza surgen respuestas que hablan de la necesidad de mirarse hacia dentro.
Hay quien responde “qué querés, que vea esos partidos embolantes” o “a quién le importa cómo juegan Defensa o San Martín (o Belgrano, al cual descubrieron hace pocos minutos). El comentario es razonable si se trata de un transeúnte que escoge un partido determinado para ver en sus horas libres. Pero estamos hablando de gente que vive o aspira a vivir de esta profesión.
El asunto es así: si no se ama al fútbol al punto de disfrutar cada tramo, de entrever un dispositivo defensivo a la hora de buscar una igualdad, de descubrir jugadores innominados, de atisbar probables sorpresas, de disfrutar (también) de las grandes jugadas… entonces es mejor dedicarse a otra zona del oficio.
Nos encontramos con muchos pibes que llegan diciendo que anhelan ser periodistas deportivos. Pero no sólo dejan de lado el primer punto, esencial para el ejercicio de la profesión, sino también el segundo. Cuando se raspa, se percibe que su bagaje no va más allá de los recientes partidos de los clubes grandes del país.
No son pecadores sin antecedentes: se asientan en sus mayores, claramente. Hace un par de años, cuando intentábamos advertir en un artículo sobre el arribo a la primera de Argentinos Juniors de Droopy Gómez, de Lucas Rodríguez, evaluabamos las perspectivas de Paredes, analizábamos el primer partido de Centurión, y desglosábamos el debut de Mussis, nos escribió un periodista experimentado.
Enojado, decía: hablás de todo eso porque no querés hablar de Riquelme, que representa al fútbol con mayúsculas en la Argentina. Como todo hincha de club grande presumía que mencionar un puñado de pibes bien plantados de inferiores en las instituciones denominadas chicas, era un subterfugio para ignorar la grandeza de los grandes entre los grandes.
Vamos a una digresión ligada. Como sabrá, no creemos que haya una manera de jugar. Se juega lo mejor que se puede con lo que se tiene, según el rival. Es decir, no somos de los que se orientan por el libro y confunden planteo ofensivo con ser buena persona. No creemos en Valdano, por así decir.
Sin embargo, cuando el bilardismo se entromete en todos los rincones de la vida, y por tanto el periodista siente que sólo debe referirse a los que ganan, a las grandes figuras, a los equipos más importantes, derivando por añadidura en actitudes personales hilvanadas con ese proceder, nos plantamos y decimos: es que la vida no es así.
Usted lo sabe: la vida no está compuesta por una zanja que divide ganadores de perdedores. Es un constante zigzag donde algunas cosas salen bien y otras, mal. El amor no se define si un tiro libre golpea en el lado externo o en el interno del caño del arco rival. Las peripecias humanas son más diversas. Felizmente, quizás.
De esa filosofía ramplona, de Nike, de Just do it, se desprende este conglomerado de periodistas deportivos que ignora a los 25 equipos de este campeonato que, simplemente, no son los cinco grandes. De esa actitud ante la vida surge el “y a quién le importa”. De allí manan TyC, FOX… y en cierto punto Fútbol Permitido.
Ahora bien: como en todo mercado interno ampliado, el Gran Fútbol Argentino renació, en las tres décadas recientes, de la hipercompetencia. Boca y Ríver siguieron siendo grandes, qué duda cabe, pero no menos de 15 instituciones populares pero modestas rasgaron sus talones y disputaron cosas importantes.
Esos espacios futbolísticos generaron jugadores en inferiores, le dieron una intensidad única al fútbol local, lo potenciaron continentalmente y contribuyeron a la forja de selecciones de primer plano internacional. Boca y Ríver, sólos, no hubieran podido lograrlo. Por tanto, ignorar esa región creadora de base es, de algún modo, ignorar el fútbol argentino.
Si un joven periodista siente, sinceramente, que se aburre al ver partidos que no sean específicamente los “tops” en cada fecha, debería dedicarse a otro rubro. Este oficio necesita placer para desplegarse, y aunque para todo se requiere una cuota de esfuerzo, es pertinente rumbear por el lado que permite sentirlo de modo más pleno.
Hoy, cuando se va cerrando paulatinamente el ciclo de Julio Grondona y se reconfigura el embudo que ha hecho fracasar, otrora, al fútbol argentino y luego a varios más, necesitamos un periodismo deportivo muy superior al presente. Un periodismo deportivo que, por un lado, esté relacionado con el Periodismo en sentido profundo, y que por otro sepa mirar lo realmente existente.
Aún bulle en las canteras de los clubes desmerecidos publicitariamente un talento que seguirá elevando el promedio de juego en nuestras canchas. Fútbol Argentino: habilidad en velocidad, violencia, variedad táctica, imprevisibilidad. Tensión. Marca y juego. Tan distinto al burocratizado pero promocionado fútbol europeo, donde todos los partidos salen dos a cero, nadie da vuelta un resultado y ganan siempre los mismos.
Vamos a estar precisando un periodismo deportivo que bucee en sus mejores antecedentes y los potencie hasta desplegarlos creativamente en la actualidad; muestre esa realidad, la analice y guarde hondas precauciones a la hora de ensalzar a los dos “ganadores” que pueden cargarse al conjunto de la pasión más popular.
Hoy, los periodistas deportivos conocen a los jugadores de Boca, Ríver, Rácing, Independiente y San Lorenzo. A un puñadito más. A sus familias, sus hijos, sus amistades. Sus mascotas. Poco y nada del resto. Si el “resto” fuera solo eso, si se tratara de un desnivel abrupto, nada diríamos. Pero los otros existen.
Hoy, los periodistas deportivos sonríen despectivamente ante la mención de un lateral de un equipo no consagrado. Exclaman “¿y ese quién es? ¿Quién lo conoce?” cuando se les dice que hay un pibe con condiciones que está siendo promovido por una humilde institución periférica. Y ponen los ojos en blanco si se les habla de las tres o cuatro figuras que surcan las portadas de las webs y los periódicos.
Tienen derecho a hacerlo. Pero es pertinente indicarles que en verdad son periodistas de Espectáculos, una sección tan digna como cualquier otra en este raro, atractivo, cambiante oficio periodístico.
Quien suponga que pensar así es ser “anti Boca”, por caso, puede sentirse satisfecho, pues el éxito lo espera, a la vuelta de la esquina.

*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.