Porqué la Argentina es un equipo y dónde buscar la esencia

 
Apuntes sobre el juego / Brasil 2014

Por Gabriel Fernández *

La existencia de las esencias es un viejo tema filosófico de difícil resolución. Hay algo evidente: la exasperación del planteo conduce a fundamentalismos. Pero si al debate se le añade la dinámica de lo mundano, la creación continua, la versatilidad del cambio, uno puede llegar a abordar el sentido profundo con una dosis de riesgo menor.

Digamos entonces que la esencia del fútbol late en el decurso de esta selección argentina en el Mundial de Brasil. También se la puede hallar aquí y allá, en partidos de inferiores y campañas en torneos locales. Porqué no en algunos peloteos barriales o pueblerinos realizados con entusiasmo y briznas de talento. Pero lo que estamos viviendo es un ejemplo interesante.


La espectacularidad del marco le brinda esa atracción única. Siempre me incliné por el fútbol espectáculo, en sentido masivo, colorido, popular y comercial. En fuertes debates con compañeros que evalúan la mercantilización de la pelota como un delito, fui sacando conclusiones a favor de la profesionalización, porque la tensión invita, desafía y obliga. Potencia habilidades.

Este Mundial 2014 es el mejor en muchos años. Técnicamente hablando y, claro está y pese a la propaganda, estructuralmente hablando. Como suele suceder, cientos de selecciones anhelan participar: el sólo hecho de vencer en Eliminatorias es un logro significativo que implica un filtro poderoso. De allí que salvo excepciones, la mayoría arriba bien preparada, dentro de sus posibilidades.

Hace tiempo ya que me desligué de otras discusiones. No sólo me gusta el fútbol espectáculo, sino también el fútbol actual. No soy cabezota y trato de mirar con ojos propios. Llegué a una conclusión que espanta a viejos hinchas anhelantes de síntesis (espectacularizadas) del ayer: “Se lee más y se juega mejor”. Sólo que para lograrlo hay que reunir ciertas condiciones, adecuar determinadas virtudes.

Concretamente, para no prolongar la filosofía, de toda esa competencia han arribado a los tramos decisivos cuatro grandes equipos con distinta visión: Argentina, Brasil, Alemania, Holanda. Muy justificadamente en todos los casos. La velocidad en contraataque de los Países Bajos, la base estructural con la incorporación del toque por el medio y por debajo de los germanos… y el diseño partido por partido de los dos latinoamericanos vencedores.

Ahí voy. El talento singular de los jugadores de la Argentina y, en menor medida Brasil, opera como base de toda la elaboración. Esa capacidad contiene como dato la versatilidad, lo cual le permite a los técnicos, grandes protagonistas de un torneo técnicamente elevado –véase la contradicción superada y el derrumbe de algunos asertos- elaborar mirando lo propio y lo ajeno.

Para decir esto me tengo que desprender de la visión de mis maestros, cosa que lejos de configurar una defección es el mejor homenaje que puedo hacerles, a la luz del decurso de los acontecimientos. Pues si una enseñanza me han dejado es la de pensar con cabeza propia, por encima de los conceptos que, útiles en un tramo determinado, pueden no serlo en períodos diferenciados.

El andar de la selección que dirige Alejandro Sabella se asienta en el control de balón en el centro del terreno para manejar el ritmo del partido según las necesidades propias. Con circulación lenta, ha obtenido una serenidad que adormece al rival y deja lugar a la sorpresa del cambio de ritmo que proveen las mentadas y bien aprovechadas individualidades.

También se adormece una parte de la afición y el periodismo que confunde el fútbol con otras disciplinas. Y mientras dividen el fútbol local en ganadores y perdedores (propio del hincha de club grande que desdeña este deporte y sólo quiere decir en el bar “somos los mejores”) le exigen a nuestra selección un estilo playero, sombrerero y abierto que sólo puede plantearse en determinadas circunstancias y con ciertos objetivos.

El combinado albiceleste que estamos observando combina ese control del ritmo, que sólo puede alcanzarse con un adecuado manejo de pelota, solidez en el arco y la defensa, con un despegue imprevisto de los niveles de creación en ofensiva; esto se obtiene en base a figuras de amplia capacidad de improvisación. Es decir, contra todos: sabe a qué juega.

Ahora bien, cada partido muestra cambios sutiles. Se registraron en las modificaciones entre mediojuego y ataque, donde frente a cada rival se evaluó la perspectiva de fortalecer una zona, dinamizar la salida hacia la ruptura de líneas cerradas o replegar con una sólida contención. A diferencia de otros equipos, la Argentina no depende de alguien, sino que usufructúa su presencia para desnivelar.

La pregunta que me surge cuando escucho críticas a ese esquema es ¿por qué no? Tener al mejor jugador del mundo, Lionel Messi, en el plantel, es inocultable. Como corresponde a un Jugador, el enorme 10 jamás se ceba en malabares que lo aproximarían a los Globetrotters y se planta como el talentosísimo y a la vez sobrio generador y definidor que en verdad es. Ahí tenemos trazos de la esencia.

Los futbolistas valiosos contienen su talento para derramarlo en el momento indicado, en la función adecuada, según las necesidades del conjunto. Hemos visto varios en este magnífico Mundial: James Rodríguez, Neymar, Robben, Messi, Di María, Benzema, Lahm, Neuer, Navas. Y más. También Suárez en su momento.

Es curioso que la observación más importante difundida en los medios haya sido “el equipo no aparece”. Argentina es, precisamente, un equipo. No está armado para el “lucimiento” de tal o cual, sino para el aprovechamiento a fondo del talento de tal o cual. Es distinto. En ocasiones, surge el brillo. En general, se prioriza el trámite.

Esta selección largamente vituperada está entre los cuatro mejores del mundo. Llegó. Por supuesto que es mejor salir campeón que cualquier otra cosa, pero lo cierto es que en un campeonato, incluyendo las Eliminatorias, en el cual pretenden insertarse muy buenos conjuntos, la Argentina alcanzó la región de los líderes.

Quién sabe qué sucederá de aquí en más. Hemos visto que un rodillazo al balón puede salir en una o en otra dirección. Eso también cuenta para las finales. Nadie tiene nada asegurado y eso hace del fútbol la única obra teatral con todos los condimentos y el final, abierto. Pero tal vez, si reflexionamos, podemos hallar algunas pistas.

Ni Alemania ni Holanda son invulnerables. Lo hemos visto. En cuanto a otro conjunto vilmente insultado, el (aún) Gran Brasil, vale indicar que la inteligencia táctica destacable de Felipe Scolari cometió el error de no convocar a Ronaldinho y ahora carece de Neymar. Son apenas pistas para tomar en cuenta. Y un interrogante: Si Enzo Pérez termina siendo el relevo de Di María, la gestación recae demasiado sobre Messi. Pérez entró cuando la Argentina ya ganaba. Funcionó, pero nadie le exigió más. Quizás la clave sea un Higuaín que, algunos metros más atrás, acompañe mejor. Pero eso se verá.

Qué lindo es este juego. Pero claro, no a todos les gusta.

*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica.