CONTINENTE,
ESTADO – NACIÓN, PAISITO
(Si lee hasta el
final, verá algunas consideraciones que apuntan a la mirada interior)
Alberto Methol
Ferré había comprendido, décadas atrás, que el agrupamiento de países a través
de núcleos continentales superaba la potencia establecida por la fórmula del
Estado – Nación.
Sin embargo, el planteo en su
conjunto infería que quienes ni siquiera se avenían a la configuración del
Estado – Nación al ser portadores de un liberalismo conservador que combinaba
el individualismo con la dependencia, ya ni siquiera contaban para el debate.
Veámoslo de este modo y pensemos en el Unasur, y en
el rol Argentino en el mundo: el conjunto de los críticos de los gobiernos
populares latinoamericanos y en especial del Argentino, se hallan tan atrasados
que apenas resisten el debate con Juan Bautista Alberdi, quien había
comprendido el panorama.
Sobre fines del siglo XIX Alberdi indicaba que el
problema de las naciones sudamericanas era que en lugar de agruparse como
vecinos se sentían identificadas con países centrales, especialmente Francia e
Inglaterra.
En este mismo momento, y pese a la evidencia que
permite una mirada perspicaz sobre el horizonte internacional, los
cuestionamientos que campean en los medios de comunicación concentrados se
asientan en la defensa de un paradigma que implica retroceder dos tramos en la
historia humana.
No sólo desvirtúan la gran creación confederada que
viene siendo el Unasur sino que objetan la consolidación, a través de políticas
públicas con fuerte presencia estatal, de una Nación.
Además de la propaganda trivial que derraman a
diario, se afirman en un reclamo inconfesable pero ya visible: la reinserción
de la Argentina en la órbita del capital financiero, a través de la
permisividad para con los fondos buitres, y de la toma de nuevos adeudos.
A ver: la Argentina creció notablemente en la
década reciente debido al impulso jauretcheano del mercado interno, a la
decisión metholiana de la asociación sureña y a la determinación kirchnerista
de quebrar el monitoreo por parte de los organismos financieros internacionales
que condicionaban nuestros programas económicos.
Por eso hoy ha levantado la producción industrial
local –siempre, pesadilla del Norte- , y por eso este país tiene un rol
preponderante en un armado regional trascendente y en un espacio donde
tremendos poderes acuerdan y colisionan, como el Grupo de los 20.
Es curioso: cada vez que el país optó por políticas
individuales de sumisión directa, con exclusión social, aislamiento regional y
endeudamiento, su lugar en el planeta se achicó, mientras que al resolver
avanzar en sentido contrario, el reconocimiento global llegó con cierta
celeridad.
Ese liberalismo conservador arcaico e improductivo
clama por un presunto aislamiento del país, que no se corrobora en los hechos.
Y olvida señalar que cuando le tocó orientar los destinos nacionales llevó a la
Argentina a papeles humillantes y desleídos, como vagón de cola de procesos ya
resueltos.
Por eso el rumbo del futuro inmediato no sólo debe
ratificar la tendencia vigente, sino acentuarla: las políticas sociales
destinadas a consolidar el poder adquisitivo de las grandes masas y así
sostener el andamiaje productivo (sugerimos ver el informe de Artemio López en
La Señal Medios) es determinante para no construir un protagonismo sin bases.
La acción en el Unasur, y por supuesto en el
Mercosur, necesita potenciarse; establecer una labor conjunta con Brasil para
apoyar a Venezuela en momentos difíciles, conjugarse con Ecuador, Bolivia, y
otros para acercar tanto como sea posible a Uruguay, pero también a México.
Y al mismo tiempo, es preciso ahondar el rumbo
marcado por la presidenta a nivel internacional para dejar fuera de juego el
esquema financiero y rentístico que deriva en armas, drogas y papeles sin
valor.
Así, es posible coordinar fuerzas con los Brics
para avanzar en el equilibrio de una producción altamente tecnificada que a su
vez genere los mercados adecuados.
En este tramo, pese al panorama esbozado, es
relativamente fácil caer en un derrumbe a través de una sencilla elección
interna con resultados equívocos. Por eso el cuidado de cada detalle electoral
y comunicacional contribuye al despliegue de las grandes políticas: sin el voto
popular del Gran Buenos Aires, digamos, no hay despliegue continental.
Para que Rusia se sienta amparada, como lo señaló
esta semana su Cancillería, por el planteo argentino a la hora de lanzar su
propuesta de paz en Siria, es preciso que la acción política directa en los
barrios humildes de nuestra patria resulte intensa, justa… bien narrada.
Es claro que mientras nuestra Nación desarrolla
prácticas de trazo grueso excepcionalmente positivas, los detalles se nos
vienen escapando. Y aunque en los mismos no está el programa, dice la frase que
está el estilo.
En los años venideros será imprescindible integrar
a la militancia juvenil territorial y a los delegados sindicales al espacio de
toma de decisiones políticas para poder articular una acción pública afinada.
Modificar todo el esquema de dirección de los medios de comunicación del
Estado, y potenciar enormemente a los medios populares. Antes del 2015.
Porque lo que está en juego es demasiado. Sin
Unasur, sin una confederación continental, la Argentina será poca cosa. Sin
privilegiar la intervención estatal y la inversión productiva, la Argentina se
desvanecerá.
Sin políticas sociales de largo alcance
relacionadas con el movimiento obrero y popular la dinámica interna se irá
trabando, hasta retomar la agonía petérita.
Del horizonte político real existente en el país en
la actualidad, sólo el gobierno nacional está capacitado para llevar adelante
estas acciones concretas. El resto, tira a la retranca.
Es preciso mirar lejos para entender la importancia
de las cercanías.